compendio

DE LA HISTORIA UNIVERSAL. 27
so imponer el vencedor. Consistían estas en
que pagase una grande suma de dinero , y
arruinase las fortificaciones de Jerusalen. Na­
da habia incluido en el tratado del parricida
Tolomeo que se entregó á la fuga, y no se
sabe el castigo que su delito le mereció. Hirca-
no, ó por fuerza, ó por reconocimiento, acom­
pañó á Antíoco en la guerra contra los Par­
tos. Las turbaciones que sobrevinieron, en las
quales perdió Antíoco la vida , proporciona­
ron al gran Sacerdote de los Judíos los me­
dios de sacudir para siempre el yugo de los
Reyes de Siria, y aun hizo una invasión, con
la que dilató sus dominios, no solo por aque­
lla parte, sino también hacia la Arabia y la
Fenicia. Convirtió Hircano sus armas contra
los samariranos , vecinos muy incómodos: ar­
ruinó totalmente á Samaría, y destruyó el
templo que habían edificado sus habitadores
en el monte Garicim. No fue menos señala­
do su reyno por su prudencia que por sus
hazañas. En su tiempo se restableció la reli­
gión en toda su pureza, dando él mismo exem-
plo en la freqüencia de las santas ceremonias.
Volvió el templo con su cuidado á recibir
nuevo esplendor : le enriqueció y fortificó.
Levantó los muros de Jerusalen : cultivó la