compendio

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Aquellos Romanos, admirados de ver en
Bruto una presencia de espíritu que jamas le
habian conocido, le tuvieron por inspirado, y
se abandonaron á sus consejos. Pero el los des­
engañó , diciendo que su locura había sido
fingida, y los exhortó á sacudir el vergonzoso
yugo que los oprimia. Cierran por su orden
las puertas de la ciudad: llevan á la plaza pú­
blica el ensangrentado cuerpo de Lucrecia:
júntase el Senado, y expide un decreto, en el
que Tarquino, su muger y sus hijos se de­
claran proscriptos para siempre.
Bruto , asegurado del Senado, convoca al
pueblo: y el cadáver de la desgraciada Lu­
crecia , expuesto á su vista, consigue tanto
como su discurso. El tirano y su posteridad
fueron condenados á eterno destierro, entre­
gando á los dioses infernales á qualquiera que
con sus acciones y palabras procurase restable­
cerlos. Acude Tarquino con la noticia de esta
revolución : halla cerradas las puertas; y ame­
nazándole los ciudadanos sobre las murallas, se
vuelve al exército; pero el poco tiempo que
habia empleado en la posta habia sido sufi­
ciente para que llegasen á tiempo los emisa­
rios de Bruto; y asi halló tan contrarios á sus
soldados, que en las puntas de las picas le pre-