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En esta actitud mimética de la primera hora estarán contenidos los elementosde la emancipación estética de las manifestaciones gráficas ypictóricas cubanas y latinoamericanas. Sólo que la gráfica fue primera.Es posible que quienes enjuiciaron negativamente a Social por su supuestoservicio a la norteamericanización de la cultura cubana, adolecierande la misma miopía –si no fueron los mismos– de los que acusaronde europeizantes a Víctor Manuel, Carlos Enríquez y tantos otros. Sólouna diferencia sustancial entre Massaguer y los artistas plásticos antesaludidos: él tomó por referente de su actividad profesional la gráfica, laedición y la publicidad de un país que seguiría incidiendo –¡y de quémanera!– en los destinos de Cuba durante todo el siglo; aquellos, la pinturade una nación ya convertida en potencia de segunda clase, cuyapresencia en la vida política, económica y cultural de la Isla no sería tanrelevante como en épocas pasadas. En este contexto, si ya no tenía resonanciaalguna acusar de afrancesado o europeizado a un artista cubano,sí la tendría –y cada vez más– acusarlo de norteamericanizado. Hablarde la influencia de Gauguin en Víctor Manuel, o del surrealismo en Lam,era un aval; hablar de la influencia de Charles Dana Gibson en Massaguer,o de Vanity Fair en Social, era descubanizar una parcela de los mediosde comunicación nacionales. Aun así, Social fue a la gráfica de comunicacióncubana, lo que el béisbol al deporte: donde se decía hit, dijo jil, ydonde home run, jonrón.El hecho de ser Social la primera publicación de su tipo en el mundo enrealizarse por entero con el procedimiento offset, apenas un año despuésde salir a la calle, testimonia, por una parte, el grado de competitividada que ya la había expuesto su autor en relación con las norteamericanas–como si La Habana se hubiera puesto a competir conNueva York–, y, por otra, su forma muy cubana de apropiarse de lo foráneoen aras de incentivar en el campo editorial un ideal de nación a laaltura de las que le servían de referente. «En cuanto a Social —escribíapor entonces el crítico y caricaturista neoyorkino Carlo de Fornaro—,no hay nada por aquí con qué compararlo; pues hasta nuestra excelenteVanity Fair no tiene esas páginas de colores de admirables caricaturas,y lo extraordinario de la calidad del papel.» 40 De hecho, su internacionalizaciónocurre en la misma medida que tales apropiaciones se40Carlo de Fornaro: «De mípara ti», Social, marzo,1920, p. 11.113Massaguer.pmd 11326/10/2010, 16:52