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infantil, de individuo despreocupado que lleva la suerte escondida en unbolsillo, aparece de momento en todas partes, disimulando la travesurade unas pupilas que acechan, se burlan, y al fin relampaguean, satisfechasde encontrar el punto característico, después de haber analizado unalma». 21 He aquí ya al caricaturista en toda su dimensión artística y humana.He aquí, también, una manera de hacer a la altura de los grandesmaestros internacionales del momento, entre los cuales, a poco, estaráél. Es este hacer el que le hará decir al no menos notable caricaturista yescritor Jesús Castellanos, a propósito de la exposición de 1911: «Desdelos tiempos de Landaluze no teníamos por acá un más fiel observadorde la realidad. Si con severa crítica se analizara su técnica habríadesde luego que marcarle mucho terreno por recorrer. Massaguer, académicamenteconsiderado, un simple discípulo de porvenir (...) Massaguertiene en cambio lo que no da la Academia. Su facultad eminente es lasorpresa del movimiento; sus caricaturas no se refieren al rostro más omenos expresivo del modelo. Allí está caricaturado todo: los zapatos, lasmanos, el sombrero, la persona, sus aditamentos, la posición frecuentedel conjunto. Desde este punto de vista son admirables las instantáneasdel Marqués de Esteban, de Max Henríquez Ureña –una trouvaille enlas manos–, la de Sanguily –que es más que una caricatura un bosquejopsicológico– (...) En la caricatura personal es un maestro este chiquillosonriente; de Losques, Sem, Capiello, le tenderían la mano desde sus lunetasen que sorprenden las sonrisas de las artistas parisienses. (...) Sufactura, sus poses, sus segundos planos, sus armonías de tonos, son lasde un maestro madurado en ambiente de Europa». 22Y más adelante precisa Castellanos: «Pero lo absolutamente propioen él, lo que fluye como un suave perfume de sus obras, es la gracia finade humorista, que campea siempre en algún detalle malicioso, en algúnatributo complementario de sus cartones. Lo que no ha dicho la figura lodice a veces un pequeño chirimbolo, un libro, un dibujo del lápiz quehace fondo, una viñeta insignificante que cayó fuera del rectángulo central.¿Verdad que os habéis fijado? Preguntádselo a las muchachas delargo talle y sombrero amplio, esas que le han servido a una vez de musasy modelos: ellas, que por la intuición del sexo, han aprendido ciertas cosasantes que sus compañeros de baile, os dirán todo lo que alcanza la ironía21Bernardo G. Barros:Caricatura y crítica de arte.Ob. cit., p. 155.22Jesús Castellanos: «Nuestroamigo Massaguer», en El Fígaro,2 de febrero de 1911, p. 87.61Massaguer.pmd 6126/10/2010, 16:52