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con el propósito de que le aconseje cuál es el mejor colegio para matricular«al muchacho». El amigo consultado resultó ser, sin duda, el másindicado: Enrique José Varona. Varona, desde la Secretaría de InstrucciónPública, realizaba entonces la reforma completa de los planes deestudios de la Universidad y los Institutos, generando un proceso pedagógicoy culturizador de espíritu tan elevado y patriótico como los deVarela y Luz, aunque por la época en que se produce, el suyo sería de mayoramplitud. En respuesta a sus detractores, que le criticaban el mayorespacio que en sus planes tenían las carreras de ciencia, el filósofo dijo:«A Cuba le bastan dos o tres literatos; no puede pasarse sin algunoscentenares de ingenieros. Aquí está el núcleo de mi reforma». Era la épocaen que algunos colegios particulares todavía no se caracterizaban portener nombres de hijos ilustres de la patria, por lo que ostentaban cadauno, que a veces parecían más apropiados para una ferretería que parauna escuela. Este fue el caso del que les recomendó Varona: La Gran Antilla,sita en Aguiar 71, entre Obispo y Obrapía.La elección de la carrera de arquitectura era todo un síntoma de la vocaciónque sentía Conrado por el dibujo, porque no de otra forma elpadre la hubiera aprobado, desestimando otras que, para los valores dela época, tenían más futuro. Y en esto de elegirles carreras a los hijos, lospadres de entonces eran... Pero no todo en don José era consentir. Bienrelacionado y vinculado profesionalmente con el comercio, no le faltaríainformación como para saber que entre todas aquellas carreras que podíanavenirse con la vocación de Conrado, la de mejor perspectiva económicaera, justamente, la de arquitectura. La riqueza que empezaba adetentar la burguesía cubana, tanto por el incremento de la producciónazucarera como por el regreso de los capitales que estaban invertidos enlos Estados Unidos, había empezado a generar una dinámica constructivaque no se detendría hasta treinta años después, aproximadamente. Laapertura de la Escuela de Ingenieros y Arquitectos en 1901, era el mejorsíntoma. Y hacia ella apuntaron todos los esfuerzos de don José, paracon su hijo. Tan así fue, que si para buscar escuela para la preparatoriarecurrió a la sabia orientación de Varona, para desarrollar el dibujo, lo llevóal estudio del que, sin duda alguna, empezaba a ser el humorista políticoemblemático del republicanismo cubano: Ricardo de la Torriente.31Massaguer.pmd 3126/10/2010, 16:52