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están los refuerzos: Fernández de Castro –el más cercano a Massaguer– yJosé Zacarías Tallet, un flaco con apariencia «de belga» –según Rubén–que ha parodiado, sin darle mayor importancia al asunto, varios sonetosdel uruguayo Herrera y Reissig, para convertirse, de golpe y porrazo, enel más original de los nuevos poetas. Le sigue un atildado joven reciénegresado de Harvard: Jorge Mañach, quien pavonea su studium cual unT. S. Eliot criollo. También, Félix Lizaso, Francisco Ichaso. Y no falta, nopuede faltar, José Manuel Acosta, el artista gráfico de Social, hermanodel más reconocido poeta cubano del momento, Agustín Acosta.El Grupo empieza a sentirse a sí mismo, a insinuarse con un latir que lodesmarca de otras peñas y tertulias. Menos el desinterés, todo pareceinteresarles: la ópera, el teatro, la música... Por ejemplo, los dos recitalesque por entonces ofreció Serguei Rachmaninov bajo los auspicios de lasociedad Pro-Arte Musical, en los que interpretó a Schumann, el Allegrode la Apasionata de Beethoven y todo Chopin. En tanto, Massaguer,hecho para el asiento de platea del Teatro Nacional, como para la silla vienesa(la de Thonet) del café de la esquina, a veces, saluda, pajilla en mano,enseñándoles su buena dentadura; otras, participa, dialoga... Intuyeque algo se cuece, ¡por fortuna! El país necesita un encontronazo quelo saque de la bobería, alguien que interrumpa la siesta con un grito o queEl Morro encienda su farola a plena luz del día. La Habana está en tiempode que suceda algo. Y a diario suceden cosas; pero, luego, casi siempre,como por encanto, vuelve todo ánimo de protesta a diluirse en una especiede mar de los zargazos de la conformidad. Lo último, la comidilladel momento, es el «chivo» del convento de Santa Clara, comprado por elgobierno de Zayas a un precio fabuloso. «¡Hasta cuando!», protestael pueblo. Mas, la compra se efectúa. Otro triángulo de la tragicomediarepublicana se ha consumado. Elenco: el presidente de la República,Alfredo Zayas; el coronel Despaigne, secretario de Hacienda, y el Dr.Erasmo Regüeiferos, secretario de Justicia. Sinopsis histórica: al coronelDespaigne le correspondía por ley refrendar el doloso decreto, pero senegó a ello y el secretario de Justicia, Dr. Erasmo Regüeiferos, sin hacerserogar mucho por su amigo, el presidente de la República, refrenda elsucio negocio con su firma. Hasta entonces el «único pecado» que podíaimputársele a Regüeiferos –según Rubén Martínez Villena–, era la autoría131Massaguer.pmd 13126/10/2010, 16:52