Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

23Ibídem.62de este alegre muchacho que tiene la frescura de retratarse con una rosaroja en el ojal». 23 ¡Qué distante este Jesús Castellanos de aquel que enjuiciaraa Massaguer apenas tres años antes! En tanto, el hombre de empresa,el editor, también quiere probar fuerza, darse a conocer. El momentoes propicio. Pero, como otras veces en su vida, antes es preciso ver, viajaral extranjero... a Nueva York.Lo que intuyó como estudiante de una academia militar neoyorkina, ahora,todo un caricaturista y profesional de la gráfica, se convierte en descubrimiento,asimilación, interpretación. El Nueva York de 1912, además, estodo un símbolo material y, por consiguiente, visual de la Norteamérica delsiglo XX. Su silueta urbana anticipa esta imagen. Ilustradores como CharlesDana Gibson y James Montgomery Flagg (autor del cartel más famoso dela Primera Guerra Mundial: «I Want You For U.S. Army»), y revistas comoCollier’s, Life y Look, la fijan e internacionalizan, así como la irán imponiendoen una Europa que empieza a dudar de la continuidad de su hegemoníaen la geografía de la cultura visual occidental. Massaguer, hijo deeste tiempo y de esta geografía, tanto como de los breves pero intensosprimeros cuatro años de experiencia profesional en el dinámico ámbitográfico de La Habana –en cierta medida reflejo de aquel–, verá reafirmarsecon claridad meridiana su vocación por las publicaciones periódicas y,en particular, por aquellas hechas tanto al despliegue visual (ilustración,fotografía, caricatura) como al arte, la sociedad y el cosmopolitismo. Hubo,sin duda, indecisión; pero no en cuanto al paso que tenía que dar, sino encuanto al lugar donde lo daría. ¿La Habana o Nueva York? Tiene entoncesveintitrés años.Una crónica ilustrada sobre sus impresiones de Broadway aparece enla edición dominical del New York American & Journal. A poco, recibeuna buena oferta. Todo parece apuntar que Nueva York será su ciudad.Pero, una vez más, los padres deciden por él, «ya que no veían conbuenos ojos mi estancia, solo, entre los rascacielos de Manhattan, dedonde surgían entonces las estaciones del subterráneo». Massaguer hijo,de nuevo los complace, y se dispone regresar. A fin de cuentas, el sacrificiosiempre será menor en La Habana que en Nueva York, aun cuandoduda del resultado que llegue a tener su arte en cuanto a excelenciagráfica y notoriedad, y el tiempo a consumir en el empeño. ExtranjeroMassaguer.pmd 6226/10/2010, 16:52