Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

contenidos a incluir en el próximo número de la revista, como, porejemplo, quién de «los nuevos» ocuparía en abril la sección recién creadabajo el título «Escritores jóvenes», justo después de iniciarla EnriqueSerpa, o, tal vez, retomaron el asunto –en más intimidad– de la escandalosacompra gubernamental.En tanto, sobre los adoquines de la calle Aguiar, quedaban rezagadosquince jóvenes, sin saber qué hacer. Estos serían los que protagonizaríanla llamada Protesta de los Trece. Era la hora en que el perro no sigue alamo, y el sol del Caribe prefigura las tres de la tarde con la misma atmósferade suspenso que la niebla del Támesis las doce de la noche.Fue, entonces, cuando «uno del grupo –no recuerdo quién– apuntó queen la Academia de Ciencias, sita en Cuba entre Amargura y Teniente Rey,no muy distante de donde nos hallábamos, invitado por el Club Femenino,Regüeiferos iba a pronunciar un discurso en el acto con que el citadoclub homenajeaba a la educadora uruguaya Paulina Luisi; y propuso quefuéramos a protestar públicamente de la fechoría “santaclaresca” del “seráficoErasmo”. Todos estuvimos de acuerdo –recuerda Tallet–. Fue,como se ve una cosa surgida al azar, preparada de antemano, no habríasido la Protesta de los Trece, sino la protesta de los treinta omás. 14 Se decidió que uno solo hablara, Rubén, jefe tácito de nuestrajuventud; que al entrar en el local nos disemináramos entre el público yque cuando Rubén pidiera la palabra, nos pusiéramos en pie también ylo aplaudiéramos». 15 Y así se hizo. Al concluir la protesta se dirigieron alHeraldo de Cuba, donde Rubén redactó un manifiesto para ratificar lodicho y hecho horas antes en la Academia de Ciencias, que los docerestantes firmaron. ¿Cuál no sería la sorpresa de los que se marcharondespués de la foto, cuando al día siguiente al hojear el Heraldo, se enteraronde lo acontecido la tarde anterior?Pero no todo terminó ahí. Tres días después de la Protesta y de la firmadel Manifiesto, «apareció en este diario una carta de Rubén, dirigida a lapresidenta del Club Femenino excusándose por la acción realizada, peroratificando lo dicho y hecho el domingo 18. Si Rubén no envía esa carta,acaso la Protesta, como apuntara Emilio Roig al escribir sobre el GrupoMinorista, hubiera pasado como cosa sin importancia. Pero la reiteraciónparece que sulfuró al funcionario, quien se querelló por injurias con-14El subrayado es del autor.¿Por qué trece y no quince?La respuesta, una vez más, latiene Tallet: «Lo que pasó esque hubo dos que no firmaronel manifiesto: Ángel Lázaro, elpoeta español, porque temíaque fueran a expulsarlo por“extranjero pernicioso”, comoen esa época se decía; y eldoctor Emilio Teuma (...)porque, siendo masón,no quería molestara su gran maestro(Regüeiferos)». Ibídem.15Ídem, pp. 511-512.133Massaguer.pmd 13326/10/2010, 16:52