Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

40como resultado de la creciente comprensión por parte de políticos yempresarios de las ventajas que le ofrecía la retórica persuasiva de lapublicidad en la consecución de sus respectivos objetivos. Hacerse deun espacio era a veces más difícil que hacerse un profesional, aun cuandola juventud de la República la hacía más proclive a generar espaciosque reconocimientos profesionales. No obstante, en la práctica, y a medidaque las aguas iban tomando su nivel, empezó a constatarse el conocidoaxioma: para el bueno siempre hay un lugar arriba. De ahí quela inmediatez derivada de la actividad periodística durante estos añosde alza, no escape a su vocación básica: la caricatura, la cual le permitirálas relaciones sociales primeras y la base económica inicial paraencarar lo nuevo que de arte nacía con el siglo.En efecto, en Águila 5, en la pensión que regenteaba el poeta y cronistade El Mundo, Próspero Pichardo, Massaguer encontrará la tertulia propiciapara relacionarse con algunas de las figuras que ya eran parte esencialde la vida artística y literaria del momento, como el crítico BernardoG. Barros y los escritores Pedro y Max Henríquez Ureña, Lola Rodríguezde Tió, Luis Felipe Rodríguez y Alfonso Hernández Catá, entre otros. Espor este último escritor, que conocerá a Jesús Castellanos en la redacciónde La Discusión. Recién había ganado Castellanos el premio en losJuegos Florales del Ateneo de La Habana con su novela La Conjura, ysus artículos eran de los más selectos de la literatura cubana del momento,si bien había tenido el poco tino de pronosticar que Paul Verlaine yArthur Rimbaud no serían leídos en el nuevo siglo. Castellanos, diez añosmayor que Massaguer, lo acogió con deferencia y lo estimuló.Ambos tenían experiencias parecidas: Castellanos había cursado estudiosde dibujo en la academia San Alejandro, los que continuó en la deSan Carlos de Ciudad México, y pasado la última guerra en Yucatán. Devuelta a la patria, matriculó la carrera de arquitectura, y, por si fuerapoco, alcanzó cierta notoriedad como caricaturista durante el períodointerventor, aunque por estos años su mayor prioridad era capitanearuna nueva generación de literatos con vista a darle continuidad a la mejorherencia de la literatura cubana del siglo anterior, bruscamente interrumpidacon las muertes de Martí y Casal.Sin embargo, todo parece indicar que mucho más productivo fue el encuentroen la redacción de El Fígaro, ubicada en Obispo 62. A ella llegóMassaguer.pmd 4026/10/2010, 16:52