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silente norteamericano le asiste este recurso, el que bien se expresa enpersonajes tales como el policía, el cobrador, el capitalista, el político,sin excluir del todo al bombero, dado su evidente signo oficial.No obstante, la Iglesia, referente obligado de tantas otras formas de manifestarsela cultura política moderna, había sentado un precedente encuanto a la idoneidad de la imagen visual, deformada o divinizada, segúnel sentido del mensaje, en el proceso de concienciación e ideologizaciónde las masas analfabetas durante el medioevo. A los mensajes visuales designo positivo (la anunciación, la natividad, la cena, la resurrección) leopuso aquellos de signo negativo, casi siempre expresados por personajesdiabólicos, cuya plasmación en dibujos, relieves, pinturas y vitrales,entre otros medios visuales de las sociedades preindustriales, se convirtieronen expresión modélica de una nueva forma de coacción ideológicaque, en un plano estrictamente terrenal, el de las naciones modernas, seextrapolaría, por lo general, a la imagen del tirano de turno, del enemigode clase o del principal adversario político del partido dominante. Laexpresión popular «Es peor que el Diablo», al referirse a un enemigo entérminos personales o políticos, parece tener en este período su momentode eclosión. Pero, en todos los casos, fue el arte de la caricatura elque salió favorecido.No es casual, que los órganos de prensa revolucionarios y los de lospartidos políticos de los nuevos estados burgueses apelaran por igual aella para generar la necesaria conciencia patriótica y nacional en la poblaciónde sus respectivos países. Dos figuras representativas: BenjamínFranklin y Napoleón I. El primero, editor y caricaturista en el período demayor efervescencia revolucionaria de las llamadas Trece Colonias, fundadorde un paradigma de la prensa estadounidense, The SaturdayEvening Post; el segundo, como Bonaparte, le fue indiferente los caricaturistas;pero, como emperador de los franceses, no los vio con buenosojos. Tampoco al periodismo. No dudó en maniatar la prensa en arasde preservar la mejor imagen de su poder personal. De más de trescientosperiódicos editados durante la Revolución Francesa (1789-1792), elnúmero se redujo a trece dos meses después del 18 Brumario y a cuatrodurante el Imperio. 14 Napoleón intuyó entonces, como tantos otroshombres de genio después de él, lo que un coterráneo suyo y genial14Manuel Vázquez Montalbán:Historia y comunicación social.Alianza Editorial, S. A., Madrid,1985, p. 148.53Massaguer.pmd 5326/10/2010, 16:52