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Descargar libro - Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau

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186histórico, el caricaturista hará un ba<strong>la</strong>nce muy preciso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s personasque conoció en París –y en todo el mundo–, como aval <strong>de</strong> un reconocimientosocial al más alto nivel, que con mucho disfrutaba cada vez quese lo hacía saber –con esa afabilidad muy suya– a los personajes <strong>de</strong> <strong>la</strong>alta burguesía habanera en los saraos y gar<strong>de</strong>n parties a los que erainvitado.De hecho, París, y, por extensión, <strong>la</strong> alta sociedad francesa, seguía siendoel paradigma <strong>de</strong> <strong>la</strong> burguesía mundial, en particu<strong>la</strong>r, <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>la</strong>tinoamericana.Siempre eran bien vistos por esta c<strong>la</strong>se los que <strong>de</strong> su medio socialhacían un viaje a Europa. Y si se iba a España, Italia y Francia, muchomejor. En el caso <strong>de</strong> los intelectuales y artistas, este era también el recorridoformativo habitual, siempre y cuando <strong>la</strong>s ayudas económicas dadaspor instituciones, aca<strong>de</strong>mias (bolsas <strong>de</strong> viaje) o mecenas se lo permitieran.De no alcanzar el dinero, los <strong>de</strong> <strong>la</strong> vanguardia siempre prefirieronParís. Pasar hambre bajo sus puentes no era una <strong>de</strong>shonra, más bien unaanécdota necesaria para el futuro currículo profesional <strong>de</strong>l artista o escritor.Pero pasar<strong>la</strong> en un pueblo <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong> Cuba, siempre se omitía,como en el caso <strong>de</strong>l pintor Fi<strong>de</strong>lio Ponce.Massaguer no sólo viajó a los tres países <strong>de</strong> obligatoria visita en este suprimer y último periplo europeo, sino que lo empezó por París. Era comosi el viaje a los dos restantes (España e Italia) estuviera condicionado asu triunfo en <strong>la</strong> Ciudad Luz. Sabía que sólo se sabe hasta dón<strong>de</strong> se llega,valorando hasta dón<strong>de</strong> han llegado los <strong>de</strong>más. Quería entrar en Europapor <strong>la</strong> puerta gran<strong>de</strong>. ¿Vanidad o necesidad profesional? Las dos cosas.No había mayor triunfo que el que podía ofrecerle París con un artevenido a menos entonces –y hoy– en los círculos artísticos nacionalese internacionales. Ningún otro resultado le permitiría «restregarle» a <strong>la</strong>alta sociedad habanera y a los artistas e intelectuales que daban su vidaprofesional por acabada, que todavía había Massaguer para rato.Por otra parte, con el esperado triunfo y <strong>la</strong>s re<strong>la</strong>ciones hechas en unmomento c<strong>la</strong>ve <strong>de</strong>l París centro <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> <strong>la</strong> moda, <strong>la</strong> alta sociedady el arte <strong>de</strong> <strong>la</strong> época, pondría <strong>de</strong> manifiesto una condición muy arraigadaen su personalidad: igua<strong>la</strong>rse en lo social con lo mejor <strong>de</strong> <strong>la</strong> sociedad.Él pa<strong>de</strong>ció el «síndrome Balzac». Aspiró a ser un aristócrata entre losburgueses. Aspiró a serlo en lo social y en lo artístico. Paradoja: fue unMassaguer.pmd 18626/10/2010, 16:52

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