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Manual de Psicologia Criminal

Los últimos meses del año 1.888 fueron conocidos en la Inglaterra victoriana de finales del siglo pasado como “el otoño del terror”, debido a una serie de brutales crímenes cometidos por un misterioso y tristemente famoso asesino conocido como “Jack el Destripador”, cuya identidad, todavía hoy, sigue sin conocerse. Posiblemente, si los sufridos agentes de Scotland Yard encargados de la investigación hubieran contado con los conocimientos que actualmente ofrece la Psicología Criminal para la investigación de delitos similares, el resultado hubiera sido diferente. Pero justamente en aquella época se despertaba el interés científico por esta disciplina, que comenzó su andadura de la mano de criminólogos por un camino paralelo que hasta hace muy pocos años no confluyó con el de los sucesores de aquellos primeros policías encargados de identificar, perseguir y capturar a los muchos asesinos múltiples que pueblan las páginas de la crónica del crimen. Pero unos años antes, y para movernos en el marco histórico adecuado, se produjeron diversas aportaciones al saber criminológico que tuvieron su influencia en el posterior desarrollo de la psicología criminal, provenientes de distintos campos empíricos, que veremos someramente.

Los últimos meses del año 1.888 fueron conocidos en la Inglaterra
victoriana de finales del siglo pasado como “el otoño del terror”, debido a una
serie de brutales crímenes cometidos por un misterioso y tristemente famoso
asesino conocido como “Jack el Destripador”, cuya identidad, todavía hoy,
sigue sin conocerse. Posiblemente, si los sufridos agentes de Scotland Yard
encargados de la investigación hubieran contado con los conocimientos que
actualmente ofrece la Psicología Criminal para la investigación de delitos
similares, el resultado hubiera sido diferente.
Pero justamente en aquella época se despertaba el interés científico
por esta disciplina, que comenzó su andadura de la mano de criminólogos
por un camino paralelo que hasta hace muy pocos años no confluyó con el
de los sucesores de aquellos primeros policías encargados de identificar,
perseguir y capturar a los muchos asesinos múltiples que pueblan las
páginas de la crónica del crimen.
Pero unos años antes, y para movernos en el marco histórico
adecuado, se produjeron diversas aportaciones al saber criminológico que
tuvieron su influencia en el posterior desarrollo de la psicología criminal,
provenientes de distintos campos empíricos, que veremos someramente.

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- Número <strong>de</strong> causas en la adolescencia: Farrington (1983) halló una<br />

relación positiva entre el número <strong>de</strong> causas entre las eda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> 10 a 17<br />

años y el número <strong>de</strong> causas entre los 17 y los 24. De manera parecida,<br />

Barnett, Blumstein y Farrington, (1987) pusieron en evi<strong>de</strong>ncia que las tasas<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>litos <strong>de</strong> los individuos podían ser predichas por el número <strong>de</strong> <strong>de</strong>litos<br />

cometidos en el pasado.<br />

- Historia <strong>de</strong> problemas conductuales en la infancia: Diversos<br />

estudios longitudinales realizados en diferentes países han permitido<br />

constatar la existencia <strong>de</strong> cierta continuidad entre las conductas antisociales<br />

que se manifiestan en la infancia y las que se producen en la adolescencia y<br />

la edad adulta, <strong>de</strong> manera que muchos <strong>de</strong> los adultos antisociales<br />

acostumbran a presentar una historia <strong>de</strong> alteraciones <strong>de</strong> conducta <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los<br />

primeros años <strong>de</strong> vida. Según la revisión realizada por Loeber (1982), la<br />

mayor parte <strong>de</strong> <strong>de</strong>lincuentes adultos crónicos habían mostrado durante la<br />

infancia gran variedad <strong>de</strong> comportamientos antisociales en diferentes<br />

contextos, y generalmente, presentaban un inicio temprano (durante los<br />

años <strong>de</strong> escuela elemental), por lo que podría consi<strong>de</strong>rarse que la base <strong>de</strong><br />

sus carreras criminales comenzaba en la infancia. A pesar <strong>de</strong> la dificultad <strong>de</strong><br />

realizar diagnósticos en edad preescolar <strong>de</strong>bido al solapamiento <strong>de</strong> síntomas<br />

que <strong>de</strong>finen los trastornos clínicamente significativos y las manifestaciones<br />

<strong>de</strong> estrés transitorio propias <strong>de</strong> la edad, se ha <strong>de</strong>mostrado que los<br />

problemas <strong>de</strong> comportamiento son estables <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la edad preescolar hasta<br />

la edad escolar y temprana adolescencia. De este modo, si el comienzo <strong>de</strong>l<br />

comportamiento <strong>de</strong>lictivo es anterior a los trece años, aumenta el riesgo <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>litos posteriores graves, violentos y crónicos, y la ten<strong>de</strong>ncia a presentar<br />

carreras <strong>de</strong>lictivas más largas que cuando se dan comienzos posteriores.<br />

Por otra parte, cuando el inicio es tardío (adolescencia o posterior), el cuadro<br />

antisocial parece estar más limitado a este periodo disminuyéndose el riesgo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>lincuencia adulta. Loeber y Farrington (1988) observaron que los<br />

jóvenes que cometen <strong>de</strong>litos contra la propiedad y <strong>de</strong>litos violentos,<br />

comparados con los que cometían <strong>de</strong>litos menos graves e iniciaban su<br />

carrera a partir <strong>de</strong> la adolescencia, frecuentemente habían empezado a<br />

mostrar problemas <strong>de</strong> conducta en la edad preescolar, mostraban conductas<br />

problemáticas y conducta hiperactiva o impulsiva <strong>de</strong> inicio más precoz,<br />

mayor número <strong>de</strong> problemas educativos, peores habilida<strong>de</strong>s sociales, y<br />

dificulta<strong>de</strong>s en las relaciones con los compañeros y con los adultos. También<br />

presentaban unos niveles <strong>de</strong> remisión claramente inferiores que los <strong>de</strong> inicio<br />

tardío.<br />

Moffitt, Caspi, Dickson, Silva y Stanton (1996), en un estudio<br />

prospectivo longitudinal basado en el seguimiento <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los 3 años hasta los<br />

18 años <strong>de</strong> una cohorte <strong>de</strong> más <strong>de</strong> 1000 niños y niñas (52% niños y 48 %<br />

niñas) nacidos en la ciudad <strong>de</strong> Dunedin (Nueva Zelanda) entre abril <strong>de</strong> 1972<br />

y marzo <strong>de</strong> 1973, <strong>de</strong>limitaron dos trayectorias antisociales distintas en<br />

función <strong>de</strong> la edad <strong>de</strong> inicio <strong>de</strong> la conducta antisocial: <strong>de</strong>lincuentes<br />

persistentes a lo largo <strong>de</strong> la vida y <strong>de</strong>lincuentes limitados a la adolescencia.<br />

El primer grupo estaba formado por individuos que mostraban conducta<br />

Formació on-line<br />

C/ Rambla <strong>de</strong>l Raval 29-35 local 5. 08001 Barcelona.- Tel. 93 342 68 10 - Fax. 93 342 68 11 www.sap-ugt.cat sap@sap-ugt.cat

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