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Neuromante

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lanca de la armadura Lado-Acheson y vio una mariposa gigante que revoloteaba con graciabajo el cielo grabado.En el linde del prado se encontraron junto a la baranda del acantilado, donde las floressilvestres danzaban en la corriente ascendente del cañón que era Desiderata. Michele serevolvió el pelo corto y negro y apuntó, diciendo a Roland algo en francés. Daba la impresiónde sentirse auténticamente feliz. Case siguió la dirección de la mano de ella, y vio la curva delos lagos, el blanco destello de los casinos, los rectángulos turquesa de mil piscinas, loscuerpos de los bañistas, minúsculos jeroglíficos de bronce, todo ello suspendido en unaserena aproximación gravitatoria bajo la interminable curva del casco de Freeside.Siguieron la baranda hasta un ornamentado puente de hierro que se arqueaba sobreDesiderata. Michele lo empujó con el cañón de la Walther.-Tómalo con calma; hoy apenas puedo caminar.Habían recorrido poco más de un cuarto del trayecto cuando el microligero atacó; ensilencio -por su motor eléctrico- hasta que las aspas de fibra de carbono rebanaron la cima delcráneo de Pierre.Permanecieron un instante bajo la sombra del aparato. Case sintió en la nuca el chorro desangre caliente, y luego alguien lo hizo caer. Rodó, para ver a Michele tumbada boca arriba,con las rodillas en alto, empuñando la Walther con ambas manos. Cuánto esfuerzodesperdiciado, pensó Case, con la extraña lucidez de la conmoción: pretendía derribar elmicroligero a tiros.Y luego se encontró corriendo. Miró hacia atrás al pasar junto al primer árbol. Rolandcorría tras él. Vio entonces el frágil biplano que derribaba la baranda de hierro del puente, sedoblaba y tocaba tierra barriendo a la chica y arrastrándola hacia el fondo de Desiderata.Roland no había vuelto la vista atrás. Tenía el rostro transido, blanco; los dientes aldescubierto. Sostenía algo en la mano.El jardinero robot apresó a Roland cuando pasaba junto al-mismo árbol. Cayó desde lascuidadas ramas; una cosa que parecía un cangrejo, cruzado por rayas diagonales negras yamarillas.-Los mataste -jadeó Case, mientras corría-. Loco hijo de puta, los mataste a todos...103

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