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Neuromante

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Niños. Feéricos, vestidos con harapos. Dientes que brillaban como cuchillos. Heridas en losrostros desfigurados. El soldado, caído de espaldas, la boca y el cuello abiertos al cielo.Estaban alimentándose.-Bonn -dijo, con algo parecido a ternura en la voz-. Eres un producto típico, ¿verdad, Peter?Pero tenías que serio. La pequeña 3Jane ya está demasiado harta para que le abra la puerta acualquier ladrón común. Por eso Wintermute te encontró. El gusto más sublime, si tus gustosson así. El amante demoníaco. Peter. -Se estremeció. - Pero tú la convenciste de que medejara entrar. Gracias. Ahora empezará la fiesta.Y luego estaba caminando -paseando, en realidad, a pesar del dolor-, alejándose de la niñezde Riviera. Sacó la pistola de la funda, quitó el cartucho de plástico, lo guardó en el bolsillo,y lo reemplazó por otro. Calzó el pulgar en el cuello del traje de Moderno y en un solomovimiento desgarró la tela hasta la entrepierna: la cuchilla del pulgar abrió el policarbonocomo si fuera seda podrida. Se libró de brazos y piernas; los restos, en jirones, desaparecieronal caer sobre la oscura arena falsa.Fue entonces que Case escuchó la música. Una música que no conocía, toda cornos y piano.La entrada en el mundo de 3Jane no tenía puerta. Era una herida irregular, de cinco metros,en la pared del túnel, escalones desiguales que descendían en una curva amplia. Tenue luzazul, sombras que se movían, música.-Case -dijo ella, y se detuvo, la pistola en la mano derecha. Alzó la otra mano, sonrió, ytocó la palma con la punta húmeda de la lengua, besándolo a través del enlace de simestim-.Tengo que irme.Luego sostuvo algo pequeño y pesado en la mano izquierda. El pulgar apretaba un pernodiminuto, y estaba bajando.132

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