Encontró la rugosa superficie del interruptor.Y en la cruenta oscuridad de sus ojos cerrados, un hervor de fosfenos de plata que llegabandesde el filo del espacio, imágenes hipnagógicas que pasaban a gran velocidad como unapelícula de fotogramas aleatorios. Símbolos, figuras, un borroso y fragmentado mandala deinformación visual.Por favor, rogó, ahora...Un disco gris del color del cielo de Chiba.Ahora...El disco empezaba a rotar, rápidamente, convirtiéndose en una esfera de gris más pálido.Expandiéndose...Y fluyó, floreció para él, truco origami de neón fluido, el despliegue de un hogar que noconocía distancias, su país, transparente tablero de ajedrez tridimensional que se extendía alinfinito. Un ojo interior que se abría a la escalonada pirámide escarlata del Centro de Fisiónde la Costa Este, ardiendo detrás de los cubos verdes del Mitsubishi Bank of America, y en loalto y muy a lo lejos, los brazos espirales de sistemas militares, inalcanzables para siempre.Y en algún lugar se encontró riendo, en una buhardilla pintada de blanco, con dedosdistantes que acariciaban el tablero, y lágrimas de alivio que le arrasaban el rostro.Molly se había marchado cuando se quitó los trodos, y la buhardilla estaba a oscuras.Consultó la hora. Había permanecido cinco horas en el ciberespacio. Llevó los Ono-Sendai auna de las nuevas mesas de trabajo y se desplomó de través sobre la cama, tirando del saco dedormir de seda negra de Molly para cubrirse la cabeza.El dispositivo de seguridad acoplado a la puerta de emergencia sonó dos veces. -Entradasolicitada -dijo-. Individuo verificado por mi programa.-Entonces abre. -Case se quitó la seda de la cara y se incorporó mientras la puerta se abría,esperando ver a Molly o a Armitage.-Cristo -dijo una voz ronca-, ya sé que esa perra puede ver en la oscuridad... -Una rechonchasilueta entró y cerró la puerta. - Enciende la luz, ¿de acuerdo? -Case bajó a gatas de la cama yencontró el anticuado interruptor.-Soy el finlandés -dijo, y miró a Case con expresión de advertencia.-Case.-Mucho gusto, estoy seguro. Estoy haciendo un hardware para tu jefe, parece. -El finlandéssacó un paquete de Partagás y encendió uno. El olor a tabaco cubano llenó la habitación.Fue hacia la mesa de trabajo y miró los Ono-Sendai.- Parece común. Eso se arregla pronto.Pero aquí está tu problema, muchacho. -Extrajo un mugriento sobre manila del interior de lachaqueta, echó cenizas al suelo, y sacó del sobre un rectángulo negro sin distintivo alguno.-Malditos prototipos de fábrica -dijo, arrojando el objeto sobre la mesa-. Incrústalos en unbloque de policarbono y no puedes examinarlos con un láser sin arruinar el sistema.Defensas contra rayos X, ultrasondeos, y Dios sabe qué. Conseguiremos entrar, pero para lospecadores no hay descanso, ¿verdad? -Dobló el sobre con mucho cuidado y lo guardó en unbolsillo interior.-¿Qué es?-Es básicamente un interruptor flipflop. Conéctalo a tus Sendai; puedes acceder al simestimen vivo o en registro sin tener que salir de la matriz.-¿Para qué?-No tengo idea. Sé que estoy preparando a Molly para un equipo de transmisión y quizápuedas acceder a su sensorio. -El finlandés se rascó el mentón.- Así que ahora vas a descubrircómo aprietan esos pantalones, ¿eh?36
4CASE ESTABA SENTADO en la buhardilla con los dermatrodos pegados en la frente,contemplando cómo unas motas bailaban en la diluida luz solar que se filtraba por la rejilla dearriba. Una cuenta regresiva progresaba en una esquina de la pantalla del monitor.Los vaqueros no entraban en simestim, pensó, porque era básicamente un juguete de lacarne. Sabía que los trodos que usaba y la pequeña tiara plástica que colgaba de un tablerosimestim eran básicamente lo mismo, y que la matriz dé ciberespacio era en realidad unadrástica simplificación del sensorio humano, al menos en términos de presentación, pero elsimestim mismo le parecía una gratuita multiplicación de entrada de carne. Los equipos quese vendían al público estaban especialmente editados, por supuesto, de modo que si a TallyIsham le daba un dolor de cabeza en el curso de un segmento, uno no lo sentía.La pantalla emitió una advertencia de dos segundos.El nuevo interruptor fue sujetado a los Sendai con una delgada cinta de fibras ópticas.Y uno y dos y...El ciberespacio entró en existencia desde los puntos cardinales.Suave, pensó él, pero no bastante suave. Tengo que trabajar en eso...Luego movió el nuevo interruptor.La abrupta sacudida hacia otra carne. La matriz desapareció, una onda de color y sonido...Ella se movía por una calle atestada de gente, por delante de puestos donde vendían softwareen rebaja, precios escritos con rotuladores de fieltro sobre láminas de plástico, fragmentos demúsica desde innumerables altavoces. Olores de orín, monómeros gratis, perfume, pastas dekrill frito. Durante algunos despavoridos segundos luchó inútilmente por controlarla. Al finrenunció, se convirtió en pasajero detrás de los ojos de ella.Los lentes no parecían aplacar en absoluto la luz del sol. Se preguntó si los amplificadoresimplantados tendrían un dispositivo de compensación automática. Unos alfanuméricosazules parpadeaban la hora en la parte baja del campo periférico izquierdo. Estáfanfarroneando, pensó él.El lenguaje corporal de ella era desorientador; el estilo, extranjero. Parecía estar siempre apunto de chocar con alguien, pero la gente desaparecía delante de ella, se hacía a un lado, leabría paso.-¿Cómo te va, Case? -Él oyó las palabras y sintió cómo ella las decía. Ella deslizó unamano bajo la chaqueta, la punta de un dedo que se movía en círculos sobre un pezón cubiertopor seda tibia. La sensación le hizo contener el aliento. Ella se echó a reír. Pero el enlaceera unidireccional. Él no tenía modo de replicar.Dos calles después, atravesaba las afueras de Memory Lane. Case seguía tratando de queella volviera los ojos hacia los puntos de referencia que él habría empleado para encontrar elcamino. Comenzó a encontrar irritante la pasividad de la situación.La transición al ciberespacio, cuando movió el interruptor, fue instantánea. Descendió a lolargo de un muro de hielo primitivo que pertenecía a la Biblioteca Pública de Nueva York,contando automáticamente ventanas potenciales. Conectándose de nuevo al sensorio de ella,entró en el sinuoso flujo de los músculos, en los sentidos agudos y brillantes.Se encontró pensando en la mente con la que compartía aquellas sensaciones. ¿Qué sabía deella? Que era otra profesional; que decía que ella era lo que hacía para ganarse la vida (comoél). Sabía cómo se había movido hacia él, antes, cuando despertó, el mutuo gruñido deunidad cuando él entró en ella, y que le gustaba el café negro, después...Ella iba hacia uno de los dudosos centros de alquiler de software que bordeaban MemoryLane. Había una quietud, un silencio. El pasillo central estaba bordeado por casetas. La37
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