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Neuromante

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18ESTUVO A PUNTO de lograrlo. Le faltó muy poco. Entró justo como tenía que hacerlo,pensó Case. La actitud correcta; era algo que él podía presentir, algo que podría haber notadoen la pose de otro vaquero inclinado sobre una consola, los dedos volando por el tablero. Ellalo tenía: el sentido, los movimientos. Y lo había juntado todo para entrar. Lo había juntadotodo alrededor del dolor en la pierna, y había marchado escaleras abajo, hacia lashabitaciones de 3Jane, como si ella fuese la propietaria: el codo del brazo de la pistola en lacadera, el antebrazo extendido, la muñeca relajada, balanceando el cañón del arma con elestudiado descuido de un duelista del período de la Regencia.Fue una actuación. Fue como la culminación de toda una vida de mirar películas de artesmarciales, de las baratas, las que Case había mirado de niño. Durante unos segundos, supoCase, ella fue todos los héroes duros: Sony Mao en los viejos vídeos de Shaw, Mickey Chiba,todo el linaje hasta Ixe y Eastwood. Caminaba tal como hablaba.Lady 3Jane Marie-France Tessier-Ashpool se había tallado la copia de una vivienda rural,en la superficie interior del casco de Straylight, demoliendo el laberinto de paredes que habíaheredado. Vivía en una habitación tan ancha y profunda que sus confines se perdían en unhorizonte invertido, el suelo escondido por la curvatura del huso. El techo era bajo e irregular,de la misma roca falsa de las paredes del corredor. Aquí y allá, dispersos en el suelo, habíafragmentos de paredes recortadas, reminiscencias de poca altura de lo que había sido unlaberinto. Había una piscina rectangular turquesa, a diez metros del pie de la escalinata; losfocos que iluminaban el agua desde abajo eran la única fuente de luz del apartamento. Por lomenos, así le pareció a Case cuando Molly dio el último paso. La piscina arrojaba sobre eltecho cambiantes glóbulos de luz.Estaban esperando junto a la piscina.Él había sabido que los reflejos de ella estaban preparados, afinados para el combate por losneurocirujanos pero aún no los había experimentado durante el simestim. Fue un efectosimilar al de una cinta de grabación que corre a media velocidad, una danza lenta ydeliberada, ajustada a la coreografía del instinto asesino y años de entrenamiento. Fue comosi con una sola mirada ella hubiera reconocido a los tres: el niño, de pie sobre el trampolínalto de la piscina, la muchacha que sonreía a su copa de vino, y el cadáver de Ashpool, el ojoizquierdo vacío, negro y corrupto, coronando una sonrisa de bienvenida. Llevaba puesto elalbornoz marrón. Tenía los dientes muy blancos.El niño se zambulló. Estilizado, bronceado, de perfecto estilo. La granada dejó las manos deMolly antes de que él tocara el agua. Case reconoció el objeto cuando rompió la superficiedel agua, un poderoso núcleo explosivo, envuelto en diez metros de alambre de acero fino yfrágil.La pistola gimió cuando ella disparó un huracán de dardos explosivos a la cara y el torso deAshpool, y éste desapareció en un hilo de humo que se alzó del respaldo de la silla vacíaesmaltada de blanco.El cañón giró, apuntando a 3Jane, en el momento en que estalló la granada: un simétricopastel de bodas que surgió del agua, se quebró y volvió a caer. Pero el error ya había sidocometido.Hideo ni siquiera llegó a tocarla. La pierna de Molly se aflojó, doblándose.En el Garvey, Case aulló de dolor.133

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