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Neuromante

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-No te necesito -dijo.Gastó la mayor parte del dinero de la cuenta suiza en un páncreas y un hígado nuevos, elresto en una Ono-Sendai nueva y un boleto de regreso al Ensanche.Encontró trabajo.Encontró a una chica que se hacía llamar Michael.Y una noche de octubre, tecleando por las capas escarlatas del Centro de Fisión de la CostaEste, vio a tres figuras, diminutas, imposibles, que estaban de pie en el borde extremo de unade las inmensas terrazas de información. Pequeñas como eran, pudo distinguir la sonrisa delmuchacho, las encías rosadas, el brillo de los ojos grises y alargados que habían sido los deRiviera. Linda aún llevaba su chaqueta; lo saludó cuando él pasaba. Pero la tercera figura,muy cerca de ella y que le rodeaba los hombros con un brazo, era él.En alguna parte, muy cerca, la risa que no era risa.No volvió a ver a Molly.Vancouver, julio de 1983168

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