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Neuromante

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6-LO QUE TÚ NECESITAS es un paraíso -recomendó el Flatline cuando Case le explicó lasituación-. Verifica Copenhague, los alrededores de la sección universitaria. -La voz recitabacoordenadas a medida que Case tecleaba en la consola.Encontraron su paraíso, un «paraíso de piratas», en el desordenado límite de una retículaacadémica de baja seguridad. A primera vista parecía el tipo de graffiti que los operadoresnovatos dejaban a veces en las conexiones de las redes, tenues glifos de luz coloreada quereverberaban contra los confusos contornos de una docena de escuelas de arte.-Allí -dijo el Flatline-, la azul. ¿La distingues? Es un código de entrada para Bell Europa.Es nueva, además. Bell entrará pronto y leerá todo el maldito listado, cambiará todos loscódigos. Los chicos robarán los nuevos mañana.Case tecleó la entrada a la Bell Europa y pasó a un código telefónico normal. Ayudado porFlatline, conectó con la base de datos de Londres que, según Molly, era la de Armitage.-Espera -dijo la voz-. Deja que lo haga yo. -El Flatline comenzó a entonar una serie decifras que Case iba tecleando en la consola, tratando de reproducir las pausas con que laestructura indicaba la secuencia temporal. Tuvo que intentarlo tres veces.-Gran cosa -dijo el Flatline-. No hay nada de hielo.-Explora esa mierda -dijo Case al Hosaka-. Filtra la historia personal del propietario.Los garabatos neuroelectrónicos del paraíso desaparecieron, desplazados por un rombo deluz blanca. -Lo que hay aquí sobre todo son grabaciones de vídeo de juicios militares de laposguerra -dijo la lejana voz del Hosaka-. La figura central es la del coronel Willis Corto.-Muéstrala de una vez -dijo Case.El rostro de un hombre llenó la pantalla. Los ojos eran los de Armitage.Dos horas después, Case cayó junto a Molly sobre el colchón y dejó que la espuma se leamoldase al cuerpo.-¿Encontraste algo? -preguntó ella con voz pastosa por el sueño y las drogas.-Te lo diré más tarde -dijo Case-, estoy molido. -Se sentía confundido y con dolor decabeza. Permaneció allí, con los ojos cerrados, e intentó ordenar las diversas partes de unahistoria acerca de un hombre llamado Corto. El Hosaka había clasificado y resumido unamagra compilación de datos, pero había muchas lagunas. Parte del material eran registrosimpresos que pasaban fugazmente por la pantalla, y Case había tenido que pedirle alordenador que los leyese por él. Otros segmentos eran grabaciones en audio de PuñoEstridente.Willis Corto, coronel, había descendido como una sonda a través de un punto ciego de lasdefensas rusas que protegían Kirensk. Los módulos habían creado el agujero con bombaspulsátiles, y el equipo de Corto penetró en los micros de las Alas Nocturnas, tensas a la luzlunar y que se reflejaban como crestas de plata en las aguas de los ríos Angara yPodhamennaya; sería la última luz que Corto vería en quince meses. Case intentó imaginar alos micros abriéndose como capullos en las cápsulas de lanzamiento, muy por encima de lacongelada estepa.-Vaya si te manipularon, jefe -dijo Case. Molly se movió junto a él.Los micros no llevaban armas; se las habían quitado para compensar el peso de un operadorde consola, un tablero prototipo y un programa viral llamado Topo IX; el primer virusverdadero de la historia de la cibernética. Corto y su equipo habían pasado tres añospreparando el programa. Ya habían atravesado el hielo y estaban listos para inyectar el TopoIX cuando los empos dejaron de funcionar. Las armas pulsátiles rusas dejaron a los jinetes en53

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