eras tú. Quiso advertírmelo con el Braun. Ahora me has anulado, me trajiste hasta aquí. Aningún sitio. Con un fantasma. Tal como la recuerdo de antes...Ella se movió dormida, dijo algo, cubriéndose el hombro y la mejilla con un retazo demanta. .-No eres nada -dijo a la muchacha que dormía-. Estás muerta y de todos modos lo fuistetodo para mí. ¿Lo oyes, amigo? Yo se lo que estás haciendo. Estoy anulado. Esto hatomado unos veinte segundos, ¿verdad? Estoy caído en aquella biblioteca y mi cerebro estámuerto. Y muy pronto estará verdaderamente muerto, si tienes una pizca de sentido común.No quieres que el truco de Wintermute salga bien, eso es todo; basta con que me dejes aquícolgado. Dixie activará el Kuang, pero ya está muerto y puedes adivinar los movimientosque hará, claro. Esta patraña de Linda ¿eh? ha sido todo cosa tuya, ¿verdad? Fuiste tú el quemovió las estrellas en Freeside, ¿verdad? Fuiste tú quien puso la cara de ella a la muñecamuerta, en la habitación de Ashpool. Eso Molly nunca lo vio. Sólo le editaste la señal desimestim. Porque crees que puedes herirme. Porque crees que me importa. Bueno, vete a lamierda, como sea que te llames. Ganaste. Tú ganas. Pero ya nada de eso me importa,¿entiendes? ¿Crees que me importa? Entonces, ¿por qué me lo tuviste que hacer así? -Estabatemblando de nuevo, la voz chillona.-Cariño -dijo ella, levantándose de los harapos-. Ven aquí y duerme. Yo me quedarédespierta, si quieres. Tienes que dormir, ¿sí? -El sueño exageraba el acento suave.- Sólodormir, ¿de acuerdo?Cuando despertó, ella no estaba. El fuego se había apagado, pero en el bunker no hacía frío;la luz del sol entraba inclinada por la puerta y arrojaba un torcido rectángulo dorado sobreuna gruesa caja de fibra que tenía un lado roto. Era un contenedor de carguero; los recordabade los muelles de Chiba. Pudo ver, a través de la brecha en la caja, media docena de paquetesamarillos y brillantes. A la luz del sol parecían enormes bloques de mantequilla. Elestómago se le apretó de hambre. Rodando fuera del nido, fue hasta la caja y sacó unpaquete, parpadeando mientras leía las inscripciones en una docena de idiomas. La inglesaestaba en último lugar: EMERG. RATION, HI-PRO BEEF, TWE AG-8. Un listado delcontenido de nutrientes. Sacó un segundo paquete al azar. EGGS. -Ya que estás inventandotoda esta mierda -dijo-, podrías incluir comida de verdad, ¿no? -Con un paquete en cadamano, atravesó las habitaciones de la estructura. Dos estaban vacías, excepto por la arena, yen la cuarta había otras tres cajas de raciones.- Claro -dijo tocando la cinta sellada-. Voy apasar mucho tiempo aquí. Claro...Exploró la habitación de la chimenea y encontró una caja de plástico con lo que era quizásagua de lluvia. Junto al nido de mantas, contra la pared, había un aparato encendedor rojo, uncuchillo marinero de mango verde y agrietado, y el pañuelo de Molly. Todavía estabaanudado y tieso por el sudor y la suciedad. Abrió los paquetes con el cuchillo y dejó caer elcontenido en una lata oxidada que encontró junto a la estufa. Vertió agua de la caja, batió lamasa con los dedos, y comió. Tenía un lejano gusto a carne. Cuando terminó de comer,arrojó la lata al hogar y salió.Últimas horas de la tarde, por la intensidad del sol, por el ángulo de la luz. Se quitó lasempapadas zapatillas de nailon; lo sorprendió el calor de la arena. De día, la playa era decolor gris plateado. El cielo estaba límpido, azul. Dobló la esquina del bunker y caminóhacia la orilla dejando caer la chaqueta en la arena. -No sé de quién son los recuerdos queestás usando esta vez -dijo cuando llegó al borde. Se quitó los tejanos y los arrojó, seguidospor la camiseta y la ropa interior.148
-¿Qué estás haciendo, Case?Se volvió y la vio, diez metros más allá; la espuma blanca se le escurría entre los tobillos.-Anoche me oriné -dijo él.-Bueno, no te vas a poner esa ropa. Agua salada. Te escocerá. Te llevaré a un estanqueque hay allá en las rocas. -Señaló vagamente hacia atrás. -Es agua fresca. -Los desteñidospantalones militares franceses estaban cortados por encima de las rodillas; la piel era lisa ybronceada. Una brisa le revolvió el pelo.-Escucha -dijo Case, recogiendo la ropa y acercándose a ella-. Quiero hacerte una pregunta.No preguntaré qué haces aquí. Pero, ¿qué imaginas que estoy haciendo yo aquí? -Se detuvo.Los tejanos negros y mojados le golpearon el muslo.-Llegaste anoche -dijo ella. Le sonrió.-¿Y eso te basta? ¿Sólo llegué?-Él dijo que llegarías -dijo ella, frunciendo la nariz. Se encogió de hombros-. Él sabe esetipo de cosas, supongo. -Se quitó la sal del tobillo derecho frotándose con el otro pie, en unmovimiento torpe e infantil. Volvió a sonreírle, con mayor confianza.- Ahora tú me contestasuna, ¿de acuerdo?Él asintió.-¿Por qué estás todo pintado de marrón, todo menos un pie?-¿Y eso es lo último que recuerdas? -La miró mientras ella raspaba los restos del guisoprecongelado de la caja de acero rectangular que era el único plato que tenían.Ella asintió, los ojos enormes a la luz del fuego. -Lo siento, Case, te lo juro por Dios. Fuepor culpa de la mierda aquella, supongo, y fue... -Se inclinó hacia adelante, los brazos sobrelas rodillas, el rostro fruncido durante un instante, por el dolor o el recuerdo del dolor. - Esque necesitaba el dinero. Para volver a casa, supongo, o... ¡Mierda! -dijo-, casi no mehablabas.-¿No hay cigarrillos?-¡Por Dios, Case! ¡Es la décima vez que me lo preguntas! ¿Qué te pasa? -Retorció unmechón de pelo y lo mordisqueó.-Pero, ¿la comida estaba aquí? ¿Ya estaba aquí?-Ya te lo he dicho. La condenada marca la trajo a la playa.-Ya. Claro. Hasta el último detalle.Ella se echó a llorar otra vez, un sollozo seco. -Bueno, a la mierda contigo, Case... -alcanzóa decir por fin-. Estaba bien cuando estaba sola.Case se levantó, recogiendo la chaqueta, y se agachó para entrar. Se raspó la muñeca contrael hormigón áspero. No había luna ni viento; sólo el ruido del mar en la oscuridad. Sentíalos tejanos apretados y pegajosos. -Está bien -dijo a la noche-. Lo acepto. Creo que loacepto. Pero más vale que mañana la marea traiga cigarrillos. -Su propia risa lo sorprendió.-De paso, tampoco caería mal una caja de cerveza. -Se volvió y entró de nuevo en el búnker.Ella estaba revolviendo las brasas con un pedazo de madera plateado. -¿Quién era ésa, Case,la que estaba en tu nicho del Hotel Barato? Una samurai muy elegante de lentes plateados,cuero negro. Me dio miedo, y después pensé que tal vez fuese tu nueva chica, sólo queparecía más cara de lo que tú podías pagar... -Lo miró de soslayo.- De verdad que lamentohaberte robado el RAM.-No te preocupes -dijo Case-. No tiene ninguna importancia. ¿Así que todo lo que hicistefue llevárselo a ese tipo?149
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