udimentario cerrojo mecánico de chapa inoxidable. Ella se arrodilló, sacó de un bolsillointerior un pequeño hatillo de apretada gamuza negra, y seleccionó un pico fino como unaaguja. -Después de eso, no volví a encontrar a nadie que me gustara.Insertó el pico y trabajó en silencio, mordisqueándose el labio inferior. Parecía guiarse porel mero tacto, los ojos desenfocados; la puerta era una borrosa mancha de madera clara. Caseescuchó el silencio del vestíbulo, puntuado por el tenue tintineo de la araña de cristal. ¿Velas?Straylight era una contradicción. Recordó la historia de Cath acerca de un castillo conestanques y nenúfares, Y las cuidadas palabras de 3Jane que la cabeza recitara musicalmente.Un lugar que había crecido sobre sí mismo. Había en Straylight un ligero olor a humedad, unligero olor a perfume, como en una iglesia. ¿Dónde estaban los Tessier-Ashpool? Él habíaesperado encontrarse con una pulcra colmena de actividad disciplinada, pero Molly no habíavisto a nadie. El monólogo de ella había hecho que se sintiera incómodo; nunca le habíacontado tanto acerca de sí misma. Aparte de la historia del cubículo, rara vez había dichoalgo que indicase tan siquiera que había tenido un pasado.Molly cerró los ojos. Se oyó un ruido. Más que escucharlo, Case lo sintió. Le hizo recordarlos cerrojos magnéticos de la puerta del cubículo de Molly, en la casa de títeres. La puerta sehabía abierto para él, pese a que llevaba el chip equivocado. Había sido cosa de Wintermute,manipulando el cerrojo como había manipulado el microligero automático y el jardinerorobot. El sistema de cerraduras de la casa de títeres era una subunidad del sistema deseguridad de Freeside. Este sencillo cerrojo mecánico plantearía un verdadero problema a laIA, ya que requería algún tipo de autómata, o bien un agente humano.Molly abrió los ojos, guardó el pico en la gamuza, enrolló el paquete cuidadosamente, y lometió de nuevo en el bolsillo. -Eres un poco como él -dijo-. Creéis que nacisteis para correr.Creo que lo que hacías en Chiba era una versión más burda de lo que harías en cualquierparte. A veces la mala suerte te hace esas jugadas: te reduce a los rudimentos. -Se levantó, seestiró y se sacudió.- Sabes, pienso que el hombre que Tessier-Ashpool mandó tras Jimmy, elmuchacho que robó la cabeza, tiene que ser el mismo a quien los Yak encargaron que matasea Johnny. -Sacó la pistola de dardos de la funda y puso el cañón en automático.La fealdad de la puerta impresionó a Case cuando ella se acercó. No la puerta en sí, que erahermosa, o que una vez había sido parte de algo más hermoso, sino el modo en que la habíanaserrado para adaptarla a una abertura determinada. Hasta la forma estaba mal: un rectánguloentre curvas de hormigón pulido. Habían importado todo aquello, pensó, y luego lo habíanajustado a la fuerza. Pero nada ajustaba. La puerta era como los desacertados armarios, comoel descomunal árbol de cristal. Entonces recordó la composición de 3Jane, e imaginó que losenseres habían sido traídos por el pozo para dar cuerpo a algún plan maestro, un sueñoperdido tiempo atrás, en un compulsivo afán por llenar los espacios, obtener una réplica deuna imagen familiar del yo. Recordó la colmena destrozada, las cosas ciegas que seretorcían...Molly apretó una de las patas delanteras del dragón tallado y la puerta se abrió confacilidad.La habitación en la que entraron era pequeña, abarrotada, poco más que un armario.Apoyadas contra una pared curva, había grises estanterías de acero para guardarherramientas. Una luz se había encendido automáticamente en la pared. Molly cerró la puertay fue hasta los armarios.TERCERO A LA IZQUIERDA, pulsó el chip óptico: Wintermute estaba otra vezmanipulando el cronómetro de Molly, CINCO HACIA ABAJO. Pero Molly abrió primero elcajón de arriba. No era más que una simple bandeja. Vacía. El segundo también estaba vacío.El tercero, más profundo, contenía unas bolitas opacas de metal de soldadura y un pequeño112
objeto marrón que parecía un dedo humano. El cuarto cajón guardaba el ejemplar, hinchadopor la humedad, de un obsoleto manual técnico en francés y japonés. En el quinto, detrás delguantelete blindado de un pesado traje neumático, encontró la llave. Era como una moneda debronce opaco, con un tubo corto y hueco soldado en el borde. Ella la hizo girar lentamente enla mano y Case vio incisiones y rebordes en el interior del tubo. Una de las caras teníagrabadas las letras CHUBB; la otra era lisa.-Él me contó -susurró ella-. Wintermute. Cómo esperó durante años. Entonces no teníaverdadero poder, pero podía usar los sistemas de seguridad y vigilancia de la Villa paraaveriguar dónde estaba todo, cómo se movían las cosas, adónde iban. Vio que alguien perdíaesta llave hace veinte años, y se las arregló para que otro la dejara aquí. Luego lo mató, alchico que la trajo. Tenía ocho años. -Cerró los dedos blancos sobre la llave.- Para que nadiela encontrara. -Sacó un cordón de nailon negro del bolsillo del traje y lo pasó por el orificiocircular, sobre las letras. Hizo un nudo y se colgó la llave al cuello. - Siempre estabanfastidiándolo con lo anticuados que eran, dijo, con todos sus trastos del siglo diecinueve. Seveía igual al finlandés en la pantalla de aquella madriguera de títeres de carne. Si no mehubiera cuidado, habría creído que era el finlandés. -El display destelló la hora: caracteresalfanuméricos sobre los cofres de acero gris.- Dijo que si se hubiesen convertido en lo quequerían habría podido largarse hace mucho tiempo. Pero no fue así. Se jodieron. Locos como3Jane. Así la llamó, pero parecía que la apreciaba.Se volvió, abrió la puerta y salió, acariciando la empuñadura ajedrezada de la pistolaenfundada.Case volvió a la matriz.El Kuang Grado Once estaba creciendo. -Dixie, ¿crees que esta cosa funcionará? -¿Caganlos osos en el bosque? -El Flatline los envió hacia arriba a través de móviles estratosmulticolores.Algo oscuro se estaba formando en el núcleo del programa chino. La densidad deinformación saturó la textura de la matriz, desencadenando imágenes hipnagógicas. Unostenues ángulos caleidoscópicos se desplegaron alrededor de un punto focal de plata oscura.Case vio símbolos infantiles, símbolos de maldad y mala suerte que salían atropelladamentede planos traslúcidos: cruces gamadas, cráneos y huesos cruzados, destellantes ojos deserpiente. Si miraba directamente al punto muerto no había ningún entorno. Hizo falta unadocena de rápidas tomas periféricas para conseguirlo: la de un tiburón, brillante comoobsidiana: los espejos negros de los flancos reflejaban luces débiles y distantes que no teníanrelación con la matriz de alrededor.-Eso es el aguijón -dijo la estructura-. Cuando el Kuang alcanzado el núcleo de Tessier-Ashpool, podremos entrar.-Tenías razón, Dix. Una especie de manipulación paralela del sistema interno mantienecontrolado a Wintermute. Hasta donde esto sea posible -agregó.-Él -dijo la estructura-. Él. Mira eso. Eso. No hago más que decírtelo.-Es un código. Una palabra. Alguien tiene que decirlo frente a una sofisticado terminal, enuna determinada habitación, mientras nosotros nos las vemos con lo que nos está esperandodetrás de ese hielo.-Pues te queda tiempo de sobra, muchacho -dijo el Flatline-. El viejo Kuang es lento peroseguro.Case desconectó.Se encontró frente a Maelcum, que lo miraba.113
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