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Neuromante

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Pensó en los saquitos de toxina. El viejo Ashpool también estaba muerto, perforado en elojo por el dardo microscópico de Molly, privado de la quizá experta sobredosis que se habíapreparado. Ésa era una muerte más desconcertante, la de Ashpool, la muerte de un reyenloquecido. Y había matado a la muñeca que según él era su hija, la que tenía el rostro de3Jane. Le pareció a Case, mientras se movía en la corriente sensoria de Molly por loscorredores de Straylight, que nunca se había detenido a pensar en alguien como Ashpool,alguien tan poderoso como suponía que Ashpool había sido, tan humano.Poder, en el mundo de Case, significaba poder empresarial. Los zaibatsu, lasmultinacionales que determinaban el rumbo de la historia humana, habían superado las viejasbarreras. Vistas como organismos, habían conseguido una especie de inmortalidad. No podíasmatar a un zaibatsu asesinando a una docena de ejecutivos importantes; había otros queesperaban para ascender un nuevo peldaño, hacerse cargo del puesto vacante, acceder a losvastos bancos de memoria empresarial. Pero Tessier-Ashpool no era así, y ahora que elfundador había muerto él comprendía la diferencia. Tessier-Ashpool era un atavismo, unclan. Recordó el desorden de la habitación del anciano, la implícita humanidad manchada, losrasgados lomos de los viejos discos de audio en sus fundas de papel. Un pie descalzo, el otroenfundado en una zapatilla de terciopelo.El Braun tocó la capucha del traje de Moderno y Molly giró hacia la izquierda, pasando bajootro arco.Wintermute y la colmena. La visión fóbica de las avispas en incubación: ametralladoraretardada de la biología. Pero, ¿no eran los zaibatsu los que más se parecían a eso, o losYasuka, colmenas con memorias cibernéticas, vastos organismos únicos, el ADN codificadoen silicio? Si Straylight era una expresión de la identidad empresarial de Tessier-Ashpool,entonces la T-A estaba tan loca como lo había estado el viejo. La misma retorcida maraña detemores, la misma extraña sensación de haber perdido el rumbo. Recordó las palabras deMolly: «Si hubieran podido transformarse en lo que querían ... ». Pero Wintermute le habíadicho que no lo habían conseguido.Case siempre había dado por supuesto que los verdaderos jefes, los patrones de cualquiersector, serían a la vez más y menos que gente. Lo había visto en los hombres que lo habíanparalizado en Memphis; había visto a Wage fingir algo parecido en Night City, y así habíaaceptado la unidimensionalidad de un Armitage sin sentimientos. Siempre se lo habíaimaginado como un acomodamiento paulatino y voluntario de la máquina, del sistema, delorganismo madre. Era también la raíz de la indiferencia callejera, la actitud arrogante queimplicaba tener contactos, líneas invisibles que llegaban a ocultos niveles de influencia.Pero, ¿qué estaba sucediendo ahora, en los pasillos de la Villa Straylight?Pedazos enteros estaban siendo puestos al desnudo, descubriendo el hormigón y el acero.-Me pregunto dónde estará el pequeño Peter ahora, ¿eh? Quizás vea a ese muchacho muypronto -murmuró Molly-. Y Armitage. ¿Dónde está Armitage, Case?-Muerto -dijo, sabiendo que ella no podía escucharlo-. Está muerto.Regresó a la matriz.El programa chino estaba enfrentado al hielo que era su objetivo, matices multicoloresgradualmente dominados por el verde del rectángulo que representaba los núcleos de la T-A.Arcos de color esmeralda que surcaban el vacío incoloro.-¿Cómo va todo, Dixie?-Bien. Demasiado fácil. Esta cosa es increíble... Tendría que haber tenido una, aquella vezen Singapur. Le saqué al viejo New Bank of Asia nada menos que una cincuentésima parte de127

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