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Neuromante

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El síndrome de adaptación al espacio era peor de lo que Molly había dicho, pero se le pasócon rapidez y pudo dormir. El comisario lo despertó cuando se preparaban para acoplarse enla plataforma terminal de la JAL.-¿Ahora hacemos el trasbordo a Freeside? -preguntó, mirando una hebra de tabacoYeheyuan que se le había desprendido grácilmente del bolsillo de la camisa y danzaba a diezcentímetros de su nariz. No se podía fumar en los vuelos de transbordador.-No; los planes del jefe tienen las rarezas de costumbre, ¿sabes? Vamos a tomar un taxi aSión, al cúmulo de Sión. -Tocó la placa que soltaba el arnés y comenzó a liberarse del abrazode la espuma.- Extraño sitio para escoger, si me lo preguntas.-¿Por qué?-Horrores. Rastas. La colonia tiene por lo menos unos treinta años.-¿Qué significa eso?-Ya lo verás. A mí me gusta el sitio. Además, allí te dejarán fumar tus cigarrillos.Sión había sido fundada por cinco obreros que se habían negado a regresar; le dieron laespalda al pozo, y comenzaron a construir. Habían perdido bastante calcio y se les habíaencogido el corazón antes de que establecieran la gravedad rotacional en la sección central dela colonia. Visto desde la burbuja del taxi, el improvisado casco de Sión recordó a Case laschabolas de Estambul; iniciales de obreros y símbolos rastafaris pintados con lásermanchaban las láminas de metal irregulares y descoloridas.Molly y un flacucho sionita llamado Aerol ayudaron a Case a atravesar un corredor de caídalibre que llevaba al núcleo de una sección más pequeña. Les había perdido la pista aArmitage y a Riviera tras un segundo ataque de vértigo. -Por aquí -dijo Molly, ayudándolo ameter las piernas en una angosta escotilla del techo-. Agárrate de los peldaños. Haz como siestuvieses subiendo de espaldas, ¿ya? Estás yendo hacia el casco, y es como si estuvierasbajando hacia la gravedad, ¿entiendes?A Case se le revolvió el estómago.-Estarás bien, hombre -dijo Aerol, con la sonrisa enmarcada entre incisivos de oro.De alguna forma, la salida se había convertido en el fondo del túnel. Case se abrazó a ladébil gravedad como un náufrago que encuentra una balsa neumática.-Arriba -dijo Molly-. ¿Ahora la vas a besar? -Case yacía extendido sobre el puente, bocaabajo, los brazos abiertos. Algo le golpeó el hombro. Se dio la vuelta y vio un grueso rollode cable elástico.- Tenemos que jugar a la dueña de casa -dijo ella-. Ayúdame con esto. -Case miró el espacio amplio y anónimo de alrededor y advirtió que había anillos de acerosoldados en todas las superficies, aparentemente al azar.Cuando hubieron enhebrado los cables de acuerdo con un complejo plan de Molly, lescolgaron unas gastadas láminas de plástico amarillo. Mientras trabajaban, Case tuvoconciencia poco a poco de la música que palpitaba sin cesar en el cúmulo. Se llamaba dub,un sensual mosaico compuesto en los vastos archivos del pop digitalizado; eran plegarias,dijo Molly, y expresaban un sentimiento de comunidad. Case empujó una de las láminasamarillas; era liviana pero difícil de manejar. Sión olía a verdura cocida, a humanidad, y aganja.-Bien -dijo Armitage, deslizándose con soltura por la escotilla y asintiendo al ver ellaberinto de láminas. Lo seguía Riviera, menos seguro de sí mismo en la gravedad parcial.-¿Dónde estabas cuando te necesitábamos? -preguntó Case a Riviera.El hombre abrió la boca para hablar. Una pequeña trucha nadó hacia afuera, arrastrandoburbujas imposibles. Pasó rozando la mejilla de Case. -En la cabeza -dijo Riviera, y sonrió.66

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