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Neuromante

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-Tony -dijo ella-. Había estado viéndolo, más o menos. También era adicto y nosotros...De todos modos, sí, recuerdo que lo pasó en un monitor, y eran unas imágenes increíbles, yrecuerdo que me pregunté cómo era que tú...-Allí no había ninguna imagen –interrumpió él.-Sí que las había. No podía explicarme cómo era posible que tuvieras tantas imágenes decuando yo era pequeña, Case. La cara de mi padre, antes de que se marchara. Una vez medio un pato, de madera pintada, y tú tenías esa imagen...-¿Tony la veía?-No me acuerdo. Luego me encontré en la playa; era muy temprano, amanecía, y esospájaros que chillaban de tanta soledad. Me asusté porque no tenía ni una dosis, nada, y sabíaque lo pasaría mal... Y caminé y caminé hasta que se hizo de noche, y encontré este sitio, y aldía siguiente llegó la comida, toda envuelta en algas como hojas de gelatina dura. -Metió elpalo entre las brasas y lo dejó allí. - Bueno, en ningún momento me sentí mal -dijo mientraslas brasas se esparcían.-Me hicieron más falta los cigarrillos. ¿Y tú, Case? ¿Todavía estásenrollado? -La luz de las llamas le bailaba bajo los pómulos; en un destello, el recuerdo delCastillo Embrujado y la Guerra de Tanques.-No -dijo, y entonces todo perdió importancia, todo lo que sabía, sintiendo el gusto de la salen la boca de ella, donde las lágrimas se habían secado. Una fuerza la recorría, algo que élhabía conocido en Night City y en lo que se había apoyado, que lo había sostenido, que lohabía apartado por un momento del tiempo y de la muerte, de la inexorable vida de calle queles mordía los talones. Era un lugar que conocía de antes; no cualquiera podía llevarlo hastaallí, y de alguna manera siempre había logrado olvidarlo. Algo que había encontrado yperdido tantas veces. Pertenecía -supo, recordó, cuando ella lo atrajo hacia sí a la carne, lacarne de la que se mofaban los vaqueros. Era algo inconmensurable, más allá de laconciencia, un océano de información codificado en espiral y en ferormonas, unacomplejidad infinita que sólo el cuerpo, a su manera ciega y poderosa, podía interpretar.Los dientes de nailon se atascaron en una costra de sal cuando le abrió los pantalonesfranceses. Rompió la cremallera, y una partícula de metal salió disparada contra la pared, yentonces entró en ella, cumpliendo con la transmisión del arcano mensaje. Allí, aun allí,sabiendo dónde estaba, en un modelo codificado de ciertos recuerdos, el instinto vivía.Ella se estremeció contra él cuando el madero empezó a arder, y una lengua de fuego arrojólas sombras entrelazadas sobre la pared del búnker.Más tarde, cuando yacían juntos, la mano entre los muslos de ella, Case la recordó en laplaya, la espuma blanca que le lamía los tobillos, y recordó lo que ella le había contado.-Él te dijo que yo vendría -comentó.Pero ella sólo se apretó más contra él, las nalgas contra sus muslos, y le apretó la mano, ymurmuró algo entre sueños.150

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