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Neuromante

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demasiado total y definitivamente arbóreos. Entre los árboles, en cuestas suaves deirregularidad demasiado estratégica, las coloradas sombrillas protegían a los huéspedes delhotel de la infalible radiación del sol Lado-Acheson. Un estallido de francés en una mesavecina le llamó la atención: los niños dorados que había visto planeando sobre la bruma delrío la noche pasada. Advirtió entonces que los bronceados eran irregulares, un efecto deesténcil producido por estimulación selectiva de melanina; múltiples tonos superpuestos endiseños rectilíneos que definían y resaltaban la musculatura: los pechos pequeños y firmes dela chica, la muñeca del chico que descansaba sobre el esmalte blanco de la mesa. A Case leparecían máquinas hechas para correr; sólo les faltaba llevar las etiquetas de sus peluqueros,de los diseñadores de sus monos de algodón blanco y de los artesanos que habían, elaboradosus sandalias de cuero y sus sencillas joyas. Detrás de ellos, en otra mesa, tres esposasjaponesas vestidas de tela de saco a la Hiroshima, esperaban a esposos sarariman, los rostrosovalados cubiertos de cardenales artificiales; era, lo sabía, un estilo extremadamenteconservador, que pocas veces se veía en Chiba.-¿A qué huele? -preguntó a Molly, arrugando la nariz.-Es la hierba. Huele así cuando la cortan.Armitage y Riviera llegaron cuando terminaban el café. Armitage llevaba unos caquis a lamedida y hacía pensar que acababan de arrancarle las insignias del regimiento. Riviera, unartificioso conjunto gris y holgado que perversamente sugería la cárcel.-Molly, cariño -dijo Riviera, casi antes de sentarse-, tendrás que darme un poco más de eseremedio. Se me ha acabado.-Peter -dijo ella-, ¿y qué tal si no te doy? -Sonrió sin mostrar los dientes.-Lo harás -dijo Riviera, mirando por un instante a Armitage.-Dáselo -dijo Armitage.-Te mueres por eso, ¿verdad? -Molly sacó un paquete plano envuelto en papel de aluminio ylo arrojó al otro lado de la mesa. Riviera lo atrapó en el aire.- Bien podría dejarlo -dijo aArmitage.-Esta tarde me espera una prueba -dijo Riviera-. Tengo que estar en forma. -Tomó elpaquete en la palma de la mano y sonrió. Pequeños insectos destellantes salieron en bandaday desaparecieron. Guardó el paquete en el bolsillo de su camisa de ilusionista.-A ti también te espera una prueba, Case, esta tarde -dijo Armitage-. En el remolque. quieroque vayas a la tienda de deportistas y que te hagan un traje de vacío; te lo pones, lo pruebas, yvas hasta la nave. Tienes cerca de tres horas.-¿Por qué a nosotros nos mandan en una lata de mierda y ustedes dos alquilan un taxi a laJAL? -preguntó Case, evitando deliberadamente la mirada de Armitage.-Nos lo recomendaron en Sión. Es una buena fachada para moverse. De hecho, tengo unanave más grande, esperando, pero el remolque da un buen toque.-¿Y yo? -preguntó Molly-. ¿Qué hago hoy?-Quiero que vayas hasta el otro extremo del eje y que trabajes en gravedad cero. quizásmañana puedas caminar hasta la otra punta.Straylight, pensó Case.-¿Cuándo? ¿Pronto? -preguntó, encontrando la pálida mirada.-Pronto -dijo Arnitage-. Vamos, Case.-Hombre, está muy bien -dijo Maelcum, ayudando a Case a salir del traje de vacío Sanyorojo-. Aerol dice que estás muy bien. -Aerol había estado esperando en una de las plataformasdeportivas al extremo del huso, cerca del eje de gravedad cero. Para Regar allí, Case habíabajado en ascensor hasta el casco y luego en un tren de inducción miniatura. A medida que el81

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