-¡Mierda! -Marlene se tambaleaba detrás.- ¡Estúpido! No las quemaste. Sólo las tiraste alsuelo. ¡Subirán aquí y nos matarán! -La voz de ella le aserraba los nervios: la imaginóengullida por las Ramas, el pelo teñido crepitando en un especial tono verde.En el callejón, dragón en mano, se acercó a la ennegrecida colmena. Se había abierto.Avispas chamuscadas se retorcían y saltaban sobre el asfalto.Vio entonces la cosa que la cáscara de papel gris había ocultado.El horror. La fábrica espiral de nacimientos: las terrazas escalonadas de las células enincubación, las ciegas mandíbulas de los nonatos que se movían sin cesar; el proceso enetapas: huevo, larva, protoavispa, avispa. El ojo de su mente vio lo que podía ser la fotografíade un lapso de tiempo, y la cosa pareció el equivalente biológico de una ametralladora, deespantosa perfección. Extraña. Apretó el gatillo, olvidándose de activar el encendido, y . elcombustible pasó silbando por encima de la masa viva que latía y se retorcía en el suelo.Cuando por fin apretó el botón de encendido, la llama estalló con un ruido sordo,quemándole una ceja. Cinco pisos más arriba, desde la ventana abierta, se oyó la risa deMarlene.Despertó con una impresión de luz que se desvanecía, pero la habitación estaba a oscuras.Imágenes secundarias, fulgores retinianos. Afuera, el cielo cambiaba hacia un amanecergrabado. No se oía ninguna voz, sólo el ruido del agua, al pie de la fachada delIntercontinental.En el sueño, justo antes de empapar la colmena de combustible, había visto el nítido logo T-A de Tessier-Ashpool en un costado, como si las mismas avispas lo hubiesen grabado allí.Molly insistió en embadurnarlo con bronceador, aduciendo que la palidez del Ensanchellamaría demasiado la atención.-Jesús -dijo Case, desnudo frente al espejo-, ¿crees que parece real? -Arrodillada, Molly leuntó el tobillo izquierdo con lo que quedaba en el tubo.-No… pero parece que te importara tanto como para fingirlo. Ya. No alcanza para el pie. -Se levantó y arrojó el tubo vacío en una cesta de mimbre. Nada de lo que había en lahabitación parecía hecho a máquina o un producto sintético. Un estilo costoso, sabía Case,pero que siempre lo había irritado. La espuma de la enorme cama estaba teñida para quepareciese arena. Había una gran cantidad de madera clara y tela tejida a mano.-¿Y tú? -dijo él-. ¿Te vas a teñir de morena? No das la impresión de pasarte el día al sol.Molly estaba vestida con holgadas sedas negras y alpargatas negras. -Yo soy una exótica.Tengo un gran sombrero de paja que va con esto. En cambio, tú sólo quieres parecer unmalandrín de medio pelo a la pesca de lo que sea, así que con el bronceado instantáneo basta.Case se miró desanimadamente el pie pálido. Luego se miró al espejo.-Jesús… ¿Te importa si ahora me visto? -Fue hasta la cama y comenzó a ponerse lostejanos.- ¿Has dormido bien? ¿No viste luces?-Estabas soñando -dijo ella.Desayunaron en la terraza del hotel: una especie de prado salpicado de sombrillas a rayas y,pensaba Case, con demasiados árboles. Le contó acerca de la vez en que intentara meterse enla IA de Berna. Todo lo relativo a invadir sistemas parecía ahora un tema académico. SiArmitage los estaba espiando, lo hacía a través de Armitage.-¿Y parecía real? -preguntó ella, la boca llena de croissant de queso-. ¿Como simestim?Él asintió. -Tan real como todo esto -agregó, mirando alrededor-. Quizás más.Los árboles eran bajos, retorcidos, imposiblemente añosos: resultado de la ingenieríagenética y la manipulación química. A Case le hubiera costado distinguir un pino de un roble,pero un sentido común de chico de la calle le decía que aquellos eran demasiado bonitos,80
demasiado total y definitivamente arbóreos. Entre los árboles, en cuestas suaves deirregularidad demasiado estratégica, las coloradas sombrillas protegían a los huéspedes delhotel de la infalible radiación del sol Lado-Acheson. Un estallido de francés en una mesavecina le llamó la atención: los niños dorados que había visto planeando sobre la bruma delrío la noche pasada. Advirtió entonces que los bronceados eran irregulares, un efecto deesténcil producido por estimulación selectiva de melanina; múltiples tonos superpuestos endiseños rectilíneos que definían y resaltaban la musculatura: los pechos pequeños y firmes dela chica, la muñeca del chico que descansaba sobre el esmalte blanco de la mesa. A Case leparecían máquinas hechas para correr; sólo les faltaba llevar las etiquetas de sus peluqueros,de los diseñadores de sus monos de algodón blanco y de los artesanos que habían, elaboradosus sandalias de cuero y sus sencillas joyas. Detrás de ellos, en otra mesa, tres esposasjaponesas vestidas de tela de saco a la Hiroshima, esperaban a esposos sarariman, los rostrosovalados cubiertos de cardenales artificiales; era, lo sabía, un estilo extremadamenteconservador, que pocas veces se veía en Chiba.-¿A qué huele? -preguntó a Molly, arrugando la nariz.-Es la hierba. Huele así cuando la cortan.Armitage y Riviera llegaron cuando terminaban el café. Armitage llevaba unos caquis a lamedida y hacía pensar que acababan de arrancarle las insignias del regimiento. Riviera, unartificioso conjunto gris y holgado que perversamente sugería la cárcel.-Molly, cariño -dijo Riviera, casi antes de sentarse-, tendrás que darme un poco más de eseremedio. Se me ha acabado.-Peter -dijo ella-, ¿y qué tal si no te doy? -Sonrió sin mostrar los dientes.-Lo harás -dijo Riviera, mirando por un instante a Armitage.-Dáselo -dijo Armitage.-Te mueres por eso, ¿verdad? -Molly sacó un paquete plano envuelto en papel de aluminio ylo arrojó al otro lado de la mesa. Riviera lo atrapó en el aire.- Bien podría dejarlo -dijo aArmitage.-Esta tarde me espera una prueba -dijo Riviera-. Tengo que estar en forma. -Tomó elpaquete en la palma de la mano y sonrió. Pequeños insectos destellantes salieron en bandaday desaparecieron. Guardó el paquete en el bolsillo de su camisa de ilusionista.-A ti también te espera una prueba, Case, esta tarde -dijo Armitage-. En el remolque. quieroque vayas a la tienda de deportistas y que te hagan un traje de vacío; te lo pones, lo pruebas, yvas hasta la nave. Tienes cerca de tres horas.-¿Por qué a nosotros nos mandan en una lata de mierda y ustedes dos alquilan un taxi a laJAL? -preguntó Case, evitando deliberadamente la mirada de Armitage.-Nos lo recomendaron en Sión. Es una buena fachada para moverse. De hecho, tengo unanave más grande, esperando, pero el remolque da un buen toque.-¿Y yo? -preguntó Molly-. ¿Qué hago hoy?-Quiero que vayas hasta el otro extremo del eje y que trabajes en gravedad cero. quizásmañana puedas caminar hasta la otra punta.Straylight, pensó Case.-¿Cuándo? ¿Pronto? -preguntó, encontrando la pálida mirada.-Pronto -dijo Arnitage-. Vamos, Case.-Hombre, está muy bien -dijo Maelcum, ayudando a Case a salir del traje de vacío Sanyorojo-. Aerol dice que estás muy bien. -Aerol había estado esperando en una de las plataformasdeportivas al extremo del huso, cerca del eje de gravedad cero. Para Regar allí, Case habíabajado en ascensor hasta el casco y luego en un tren de inducción miniatura. A medida que el81
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