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Neuromante

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-La Marina Rastafari -dijo Case, poniéndose de pie; la consola del ciberespacio le golpeabala cadera-. Sólo queremos conectar con vuestro sistema de seguridad.El hombre tragó saliva. -¿Es una prueba de lealtad? Tiene que ser una prueba de lealtad. -Se limpió las palmas de las manos en los muslos del traje anaranjado.-No, hombre. Esto va en serio. -Maelcum se irguió apuntando a la cara del euroasiático conla Remington. -Muévete.Volvieron a la entrada detrás del hombre, hacia un corredor de paredes de hormigón pulidoy suelo irregular de alfombras superpuestas, todo perfectamente familiar para Case. -Bonitosfelpudos -dijo Maelcum, empujando al hombre con la pistola-. Huele a iglesia.Llegaron frente a otro monitor, un Sony arcaico instalado sobre una consola, con un tableroy un complejo conjunto de paneles de conexión. La pantalla se encendió cuando sedetuvieron: el finlandés les sonreía, tenso, desde lo que parecía ser la sala anterior de la MetroHolografix. -De acuerdo -dijo-; Maelcum, lleva a este tipo por el pasillo hasta el armario de lapuerta abierta y mételo ahí; yo la cerraré. Case, ve al quinto enchufe de izquierda a derecha,panel superior. Hay unos adaptadores en el cajón debajo de la consola. Necesitamos un Ono-Sendai de ocho patillas para un Hitachi de cuarenta. -Mientras Maelcum llevaba al hombre aempellones, Case se arrodilló y revolvió entre un surtido de enchufes hasta que dio con el quenecesitaba. Una vez que hubo conectado la consola al adaptador, se detuvo un momento.-¿Tienes que mostrarte así? -preguntó al rostro de la pantalla. La imagen del finlandés fueborrada línea a línea por la imagen de Lonny Zone sobre un fondo de deteriorados afichesjaponeses.-Lo que quieras, cariño -replicó Zone con petulancia-. Nada más date prisa: te lo pide elviejo Lonny...-No -dijo Case-, utiliza al finlandés. -Cuando la imagen de Zone desapareció, enchufó eladaptador Hitachi, y se ajustó los trodos.-¿Por qué te retrasaste? -preguntó el Flatline, y rió. -Te dije que no lo hicieras -dijo Case.-Era una broma, muchacho -dijo la estructura-. Para mí no pasa el tiempo. Veamos quétenemos aquí.El programa Kuang era verde, exactamente del color del hielo de la T-A. Case observócómo se hacía más opaco, aunque podía ver claramente aquella cosa que parecía un tiburón,negro y espejeado, cuando levantaba la vista. Las líneas de fractura y las alucinaciones habíandesaparecido, y la cosa parecía tan real como el Marcus Garvey: una arcaica nave dereacción, sin alas, la lisa superficie bañada en cromo negro.-Todo bien -dijo el Flatline.-De acuerdo -dijo Case, y activó el simestim.-...así. Lo siento -estaba diciendo 3Jane mientras vendaba la cabeza de Molly-. Nuestraunidad dice que no hubo conmoción; tu ojo no ha sufrido daños permanentes. No lo conocíasmuy bien antes de venir por aquí, ¿verdad?-No lo conocía en absoluto -dijo Molly secamente. Estaba tumbada boca arriba sobre unacama alta o una mesa acolchada. Case no podía sentir la pierna herida. El efecto sinestésicode la inyección original parecía haberse desvanecido. La bola negra ya no estaba, pero unascintas suaves que no alcanzaba a ver le inmovilizaban las manos.-Te quiere matar.-Se entiende -dijo Molly, mirando hacia el techo tosco, más allá de una luz muy brillante.142

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