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Neuromante

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-Vamos, hermana. Nos toca salir. -Los ojos de los Modemos miraban fijamente desde laenloquecida agitación del policarbono; sus trajes no se adecuaban a la vorágine de formas ycolores que se movía detrás de ellos.- ¿Estás herida? Vamos, Tommy te ayudará. -Tommy ledio algo al que hablaba: una cámara de vídeo envuelta en policarbono.-Chicago -dijo ella-. Estoy en camino. -Y entonces comenzó a caer, no sobre el suelo demármol, pringado de sangre y vómito, sino a un pozo tibio como la sangre, al silencio y laoscuridad.El líder de los Panteras Modernos, quien se presentó como Lupus Yonderboy, llevaba untraje de policarbono con un dispositivo de grabación que le permitía reproducir sonidos defondo a voluntad. Posado sobre la mesa de trabajo de Case, como una especie de gárgola dearte de vanguardia, miraba a Case y a Armitage con ojos entornados. Sonreía. Tenía el pelorosado. Una selva multicolor de microsofts se erizaba detrás de su oreja izquierda, que erapuntiaguda y estaba coronada por más pelos rosados. Le habían modificado las pupilas paraque captaran la luz como las de un gato. Case le miró el traje, sobre el que se movían coloresy texturas.-No supisteis controlar la situación -dijo Armitage. Estaba de pie como una estatua, enmedio de la buhardilla, envuelto en los oscuros y brillantes pliegues de una gabardina 'deaspecto costoso.-El caos, señor Alguien -dijo Lupus Yonderboy-, es nuestro estilo y nuestro modo. Nuestroplato fuerte. Ella lo sabe. Es ella con quien tratamos. No con usted, señor Quién. -En sutraje se había formado ahora un extraño diseño angular de tonos crema y pálido verdeaguacate. Necesitaba un equipo médico. Ella está ahí. Nos ocuparemos. Todo está bien. -Volvió a sonreír.-Páguele -dijo Case.Armitage lo miró con enfado. -No tenemos dinero.-Ella sí tiene -dijo Yonderboy.-Páguele.Armitage cruzó la habitación en silencio hasta la mesa y sacó tres gruesos fajos de nuevosyens de los bolsillos de su gabardina. -¿Quiere contarlo? -preguntó a Yonderboy.-No -dijo el Pantera Moderno-. Usted pagará. Usted es un señor Alguien. Usted paga porseguir siéndolo. No un señor Quién.-Espero que no se trate de una amenaza -le dijo Armitage.-Se trata de un negocio -dijo Yonderboy, metiendo el dinero en el bolsillo delantero deltraje.Sonó el teléfono. Case contestó.-Molly -le dijo a Armitage, pasándole el auricular.Las formas geodésicas del Ensanche se aclaraban al gris del alba cuando Case salió deledificio. Sentía las extremidades frías e inconexas. No podía dormir. Estaba hastiado de labuhardilla. Lupus se había marchado, luego Armitage, y a Molly la estaban operando enalgún sitio. El suelo vibró bajo sus pies cuando un tren pasó sibilante. A lo lejos se oía unulular de sirenas.Dobló esquinas al azar; llevaba el cuello levantado, e iba encogido en una chaqueta nuevade cuero. Arrojó a la alcantarilla el primero de una cadena de Yeheyuan luego de haberencendido el siguiente. Intentó imaginar los saquitos de toxina de Armitage disolviéndoselaen el torrente sanguíneo, las microscópicas membranas adelgazándose cada vez más a medidaque caminaba. No parecía real. Tampoco lo parecían la agonía y el temor que había visto a45

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