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Neuromante

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La luz de la terraza desapareció, Case vio imágenes inconexas del destello del arma, elmonstruo y la luz blanca. Le zumbaban los oídos.Entonces la luz volvió, ahora en movimiento, buscando en las sombras. Terzibashjianestaba apoyado en una puerta de acero, el rostro lívido. Se sostenía la muñeca izquierda ycontemplaba las gotas de sangre que le caían de la mano izquierda. El hombre rubio, enterootra vez, limpio de sangre, yacía a sus pies.Molly salió de entre las sombras, toda de negro, empuñando la pistola.-Usa la radio -dijo el armenio entre dientes-. llama a Mahmut. Tenemos que sacarlo deaquí. Éste no es un buen lugar.-Casi lo consigue el imbécil -dijo el finlandés, limpiándose sin éxito los pantalones. Lasrótulas le crujieron al incorporarse-. Estabas mirando el espectáculo de horror, ¿verdad? Nola hamburguesa que quitaron de en medio. Una monada. Bueno, ayúdales a sacarlo de aquí.Tengo que revisar todo ese equipo antes de que despierte, asegurarme de que el dinero deArmitage esté bien invertido.Molly se inclinó y recogió algo. Una pistola. -Una Nambu -dijo-. Bonita arma.Terzibashjian gimió. Case vio que le faltaba casi todo el dedo medio.La ciudad estaba empapada en azul prealba. Molly le dijo al Mercedes que los llevase aTopkapi. El finlandés y un turco gigantesco llamado Mahmut habían sacado a Riviera delcallejón. Minutos después un Citroën polvoriento había llegado para llevarse al armenio, queparecía al borde del desmayo.-Eres un idiota -le dijo Molly al abrirle la puerta del coche-. Tendrías que haber esperado.Estuve apuntándole desde el momento en que salió. -Terzibashjian la miró con resentimiento.- Así que contigo ya no tenemos nada que ver. -Lo empujó hacia adentro y cerró de unportazo.- Como vuelva a tropezar contigo te mato -dijo al rostro lívido que la miraba detrásde la ventanilla de color. El Citroën salió del callejón trabajosamente y dobló con torpeza alllegar a la calle.Ahora el Mercedes susurraba por Estambul mientras la ciudad despertaba. Pasaron frente ala terminal del túnel de Beyoglu y dejaron atrás laberintos de desiertas calles laterales,deteriorados edificios de apartamentos que a Case le recordaron vagamente a París.-¿Qué es esto? -preguntó a Molly cuando el Mercedes se detuvo junto a los jardines delSeraglio. Observó inexpresivamente la barroca aglomeración de estilos que era Topkapi.-Era una especie de burdel privado del rey -dijo Molly, estirándose al salir-. Aquí tenía unmontón de mujeres. Ahora es un museo. Una cosa parecida al negocio del finlandés, todomezclado a lo loco, diamantes grandes, espadas, la mano izquierda del Bautista...-¿En una cubeta de conservación?-Qué va. Muerta. La tienen en un chisme de bronce con una tapita al costado. Así loscristianos podían besarla para que les diera buena suerte. Se la robaron a los cristianos hacecomo un millón de años, y nunca le quitan el polvo porque es una reliquia infiel.Ciervos de hierro negro se herrunbraban en los jardines del Seraglio. Case caminaba junto aella mirándole las puntas de las botas, que aplastaban el césped descuidado y endurecido poruna helada temprana. Caminaban por un sendero de baldosas octogonales y frías. Elinvierno acechaba en algún lugar de los Balcanes.-Ese Terzi es una mierda de primera -dijo Case-. Policía secreta. Torturador. Fácil desobornar, también, con la clase de dinero que Armitage ofrecía. -En los mojados árboles dealrededor, los pájaros empezaron a cantar.-Hice el trabajo que me pediste -dijo Case-, el de Londres. Saqué algo, pero no sé quésignifica. -Le contó la historia de Corto.60

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