través de los ojos de Molly en el vestíbulo de la Senso/Red. Se encontró intentando recordarlos rostros de los tres que había matado en Chiba. Los dos hombres eran lagunas; la mujer lerecordaba a Linda Lee. Un castigado camión de tres ruedas con ventanas de espejos pasó asaltos junto a él; cilindros de plástico vacíos rebotaban en la caja.-Case.Se sobresaltó haciéndose a un lado, buscando instintivamente una pared.-Un mensaje para ti, Case. -En el traje de Lupus Yonderboy aparecían cíclicamente coloresprimarios puros.- Perdón. No quise asustarte.Case se enderezó, las manos en los bolsillos de la chaqueta. Le llevaba una cabeza alModerno. -Tendrías que tener más cuidado, Yonderboy.-Éste es el mensaje, Wintermute. -Lo deletreó.-¿Lo envías tú? -Case dio un paso adelante.-No -dijo Yonderboy-. Te lo envían.-¿Quién?-Wintermute -repitió Yonderboy, moviendo la cabeza y bamboleando el copete de pelorosado. El traje se le puso negro mate, una sombra de carbonilla contra el viejo cemento.Ejecutó brevemente unos extraños pasos de danza, agitando los brazos delgados y negros, ydesapareció. No. Allí. Una capucha que escondía el rosado, el traje del exacto color gris,salpicado y manchado como la acera que pisaba. Los ojos reflejaron el rojo de un semáforo.Y luego desapareció de verdad.Case cerró los ojos y se los frotó con dedos entumecidos, apoyado en la ruinosa pared deladrillos.Ninsei había sido mucho más simple.46
5EL EQUIPO MÉDICO de Molly ocupaba dos plantas de un anónimo bloque de viviendaspróximo al centro viejo de Baltimore. Era un edificio modular, como el Hotel Barato enversión gigante: cada nicho medía cuarenta metros de largo. Case encontró a Molly cuandoésta salía de un nicho, que ostentaba el minuciosamente elaborado logo de un tal GERALDCHIN, DENTISTA. Estaba cojeando.-Dice que si pateo lo que sea, se me caerá.-Me he encontrado con uno de tus amigotes -dijo él-, un Moderno.-¿Sí? ¿Cuál?-Lupus Yonderboy. Tenía un mensaje. -Le pasó una servilleta de papel que decíaWINTERMUTE en pulcras y meticulosas mayúsculas escritas con rotulador rojo.- Dijo que...-Pero la mano de Molly se alzó indicando silencio.-Vayamos a comer cangrejo -dijo.Después de la comida en Baltimore, habiendo Molly diseccionado su cangrejo conalarmante facilidad, viajaron en metro a Nueva York. Case había aprendido a no hacerpreguntas: sólo provocaban la señal de silencio. Parecía que la pierna la molestaba bastante,y rara vez abría la boca.Una niña negra y delgada, con cuentas de madera y antiguas resistencias eléctricasapretadamente hilvanadas en el pelo, abrió la puerta del finlandés y los condujo por el túnelde desperdicios. Case sintió que, de algún modo, las cosas habían crecido durante suausencia. En todo caso parecían cambiar sutilmente: se cocían bajo la presión del tiempo;copos silenciosos e invisibles que se asentaban para formar una charca, una cristalina esenciade tecnología desechada que florecía en secreto en los basurales del Ensanche.Detrás de la manta militar, el finlandés esperaba sentado a la mesa blanca.Molly comenzó a firmar apresuradamente; sacó una hoja de papel, escribió algo en ella y sela pasó al finlandés. El finlandés la sujetó entre los dedos pulgar e índice manteniéndolaapartada del cuerpo como si pudiese estallar. Hizo un gesto que Case no conocía, una mezclade impaciencia y pesarosa resignación. Se puso de pie, sacudiéndose las migas de lamaltrecha chaqueta de paño. Sobre la mesa había un frasco de arenques encurtidos junto a undesgarrado paquete plástico de galletas y un cenicero de lata repleto de colillas de Partagás.-Espera -dijo el finlandés, y salió de la habitación.Molly ocupó su lugar, y con la cuchilla del dedo índice pinchó una grisácea lonja dearenque. Case erraba por la habitación, tanteando al pasar el equipo de exploraciónempotrado en las columnas.A los diez minutos el finlandés regresó presuroso, mostrando los dientes en una amplia yamarilla sonrisa. Asintió con la cabeza, saludó a Molly mostrándole el pulgar, e hizo unaseña a Case para que lo ayudase con la puerta del panel. Mientras Case ajustaba el bordeautoadhesivo, el finlandés sacó del bolsillo una consola pequeña y plana y tecleó unacomplicada secuencia.-Cariño -dijo a Molly, guardando la consola-, lo has conseguido. De verdad, lo huelo. ¿Medirás dónde lo con seguiste?-Yonderboy -dijo Molly, apartando el arenque y las galletas con un movimiento de la mano-. Hice un negocio con Larry, bajo cuerda.-Muy listo -dijo el finlandés-. Es una IA.-Un poco más despacio -pidió Case.47
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