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Neuromante

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egistró el tablero de ciberespacio y los trodos, pero la mirada de Molly se deslizó sobre ellossin detenerse.-Correspondería -dijo el anciano- que te matara en este momento. -Case sintió la tensión enel cuerpo de Molly, lista para moverse. - Pero esta noche me daré un gusto. ¿Cómo te llamas?-Molly.-Molly. Mi nombre es Ashpool. -El anciano se reclinó en la blandura de un enorme sillón decuero de patas cuadradas y cromadas, pero sosteniendo firmemente el arma. Puso la pistolade dardos sobre una mesa de bronce junto al sillón, volcando una ampolla de plástico quecontenía unas pastillas rojas. La mesa estaba abarrotada de ampollas, botellas de licor, sobresde plástico que derramaban unos polvos blancos. Case vio una anticuada hipodérmica devidrio y una sencilla cuchara de acero.-¿Cómo haces para llorar? Veo que escondes los ojos. Tengo curiosidad. -El hombre teníalos ojos bordeados de rojo, la frente brillante de sudor. Estaba muy pálido. Enfermo, resolvióCase. O drogas.-Nunca lloro mucho.-¿Pero cómo harías para llorar, si alguien te hiciera llorar?-Escupo -dijo ella-. Los canales me llegan hasta la boca.-Entonces ya has aprendido una lección muy importante para alguien tan joven. -Apoyó lamano con la pistola sobre la rodilla y cogió una botella cualquiera de la mesa que tenía allado. Bebió. Coñac. Un hilo de líquido le corrió por la barbilla.- Así es como se encarga unode las lágrimas. -Volvió a beber.- Esta noche estoy ocupado, Molly. He construido todo esto,y ahora estoy ocupado. Muriéndome.-Podría irme por donde vine -dijo ella.Él rió: un ruido alto y áspero. -¿Te entremetes en mi suicidio y luego quieres irte sin más?De veras me sorprendes. Una ladrona.-Es mi vida, jefe, y es todo lo que tengo. Sólo quiero salir de aquí en una pieza.-Eres una muchacha muy maleducada. Aquí los suicidios se hacen con decoro. Es lo queestoy haciendo, ¿entiendes? Pero es posible que esta noche te lleve conmigo, al infierno...Sería algo muy egipcio de mi parte. -Bebió otro trago.- Acércate, entonces. -Extendió labotella, la mano temblando.- Bebe.Ella dijo que no.-No está envenenado -dijo el viejo, pero dejó el coñac sobre la mesa-. Siéntate. Siéntate enel suelo. Hablaremos.-¿De qué? -Ella se sentó. Case sintió que las cuchillas se movían, apenas, bajo las uñas.-De lo que se nos ocurra. Lo que se me ocurra. Es mi fiesta. Los núcleos me despertaron.Hace veinte horas. Algo estaba sucediendo, dijeron, y me necesitaban. ¿Eras tú ese algo,Molly? Con seguridad no me necesitaban para que me encargase de ti; no lo creo...Otracosa... Pero estaba soñando, ¿sabes? Durante treinta años. Tú no habías nacido cuando meacosté a dormir por última vez. Nos dijeron que no soñaríamos con el frío. También nosdijeron que nunca sentiríamos frío. Locuras, Molly. Mentiras. Por supuesto que soñé. El fríodejaba entrar lo que estaba afuera, de eso se trataba. Lo de afuera. Durante toda la nocheconstruí esto para escondernos. Al principio no era más que una gota, un granito de nocheque se colaba, atraído por el frío... Otros lo seguían, y me llenaban la cabeza, como la lluviallena una piscina vacía. Recuerdo los lirios. Los estanques eran de terracota, las niñeras decromo, y había brazos y piernas que titilaban al atardecer cruzando los jardines... Soy muyviejo, Molly. Tengo más de doscientos años, si cuentas el frío. El frío. -De pronto, alzó elcañón de la pistola, atento. Los tendones de los muslos de Molly estaban rígidos comoalambres.115

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