-Estuviste muerto un buen rato, hombre.-Pasa a veces -dijo Case-. Me estoy acostumbrando.-Estás jugando con la oscuridad, hombre.-Es la única diversión en el pueblo, parece ser.-A ti te encanta, Case -dijo Maelcum, y volvió a su módulo de radio. Case miró la marañade mechas, las fibras de músculo alrededor de los oscuros brazos del hombre.Conectó de nuevo.Y volvió a la matriz.Molly trotaba por un pasillo que podría haber sido el mismo que había recorrido antes. Losarmarios de vidrio ya no estaban, y Case concluyó que avanzaban hacia la punta del huso; lagravedad era cada vez más débil. No tardó en encontrarse rebotando en ondulantesprominencias alfombradas. Débiles punzadas en la pierna...De pronto, el pasillo se estrechó; una curva, una bifurcación.Molly dobló a la derecha y subió por una escalera caprichosamente empinada. En lo alto, eltecho estaba forrado de rollos y atados de cables, como ganglios de colores codificados.Había manchas de humedad en las paredes.Llegó a un rellano triangular y se detuvo para frotarse la pierna. Más pasillos estrechos deparedes forradas de tapices. Se separaban en tres direcciones.IZQUIERDA.Molly se encogió de hombros. -Déjame echar un vistazo, ¿está bien?IZQUIERDA.-Calma. Hay tiempo. -Entró por el pasillo que desviaba hacia la derecha.PARA.REGRESA.PELIGRO.Molly vaciló. Una voz salió de la puerta de roble entreabierta en el fondo del pasadizo; unavoz fuerte e inarticulada, como de borracho. Case pensó que había hablado en francés, peroera demasiado indistinta. Molly dio un paso, luego otro, deslizando la mano dentro del trajepara tocar la culata. Al entrar en el campo de disrupción neural, le zumbaron los oídos: untono alto y fino que recordó a Case el sonido de la pistola de dardos. Molly cayó haciaadelante, los estriados músculos flojos, y se golpeó la cabeza contra la puerta. Se retorció yquedó tendida de espaldas, los ojos desenfocados, sin aliento.-¿Qué es esto? -dijo la voz poco clara-. ¿Un disfraz? -Molly metió una mano temblorosa enel traje, encontró la pistola y la sacó.- Ven a visitarme, hija. Ahora.Ella se puso de pie lentamente, los ojos fijos en el cañón de una negra pistola automática. Lamano del hombre era firme ahora; el cañón del arma parecía estar atado al cuello de Mollycon un cordel tenso e invisible.El hombre era viejo, muy alto, y las facciones le recordaron a Case la chica que había vistofugazmente en el Vingtième Siècle. Llevaba un pesado albornoz de seda marrón, acolchadoen los largos puños, y una bufanda al cuello. Tenía un pie descalzo, el otro enfundado en unazapatilla negra con una cabeza de zorro bordada en oro sobre el empeine. -Despacio, querida.-La habitación era grande, abarrotada con una cantidad de cosas que para Case no teníanningún sentido. Vio una estantería de acero gris, con anticuados monitores Sony, una anchacama de bronce repleta de pieles de oveja y de almohadas parecidas a las alfombras que habíaen los pasillos. Los ojos de Molly saltaron de una enorme consola de entretenimientosTelefunken a anaqueles de antiguos discos grabados, los destartalados lomos enfundados enplástico transparente, y a una amplia mesa de trabajo cargada de láminas de silicio. Case114
egistró el tablero de ciberespacio y los trodos, pero la mirada de Molly se deslizó sobre ellossin detenerse.-Correspondería -dijo el anciano- que te matara en este momento. -Case sintió la tensión enel cuerpo de Molly, lista para moverse. - Pero esta noche me daré un gusto. ¿Cómo te llamas?-Molly.-Molly. Mi nombre es Ashpool. -El anciano se reclinó en la blandura de un enorme sillón decuero de patas cuadradas y cromadas, pero sosteniendo firmemente el arma. Puso la pistolade dardos sobre una mesa de bronce junto al sillón, volcando una ampolla de plástico quecontenía unas pastillas rojas. La mesa estaba abarrotada de ampollas, botellas de licor, sobresde plástico que derramaban unos polvos blancos. Case vio una anticuada hipodérmica devidrio y una sencilla cuchara de acero.-¿Cómo haces para llorar? Veo que escondes los ojos. Tengo curiosidad. -El hombre teníalos ojos bordeados de rojo, la frente brillante de sudor. Estaba muy pálido. Enfermo, resolvióCase. O drogas.-Nunca lloro mucho.-¿Pero cómo harías para llorar, si alguien te hiciera llorar?-Escupo -dijo ella-. Los canales me llegan hasta la boca.-Entonces ya has aprendido una lección muy importante para alguien tan joven. -Apoyó lamano con la pistola sobre la rodilla y cogió una botella cualquiera de la mesa que tenía allado. Bebió. Coñac. Un hilo de líquido le corrió por la barbilla.- Así es como se encarga unode las lágrimas. -Volvió a beber.- Esta noche estoy ocupado, Molly. He construido todo esto,y ahora estoy ocupado. Muriéndome.-Podría irme por donde vine -dijo ella.Él rió: un ruido alto y áspero. -¿Te entremetes en mi suicidio y luego quieres irte sin más?De veras me sorprendes. Una ladrona.-Es mi vida, jefe, y es todo lo que tengo. Sólo quiero salir de aquí en una pieza.-Eres una muchacha muy maleducada. Aquí los suicidios se hacen con decoro. Es lo queestoy haciendo, ¿entiendes? Pero es posible que esta noche te lleve conmigo, al infierno...Sería algo muy egipcio de mi parte. -Bebió otro trago.- Acércate, entonces. -Extendió labotella, la mano temblando.- Bebe.Ella dijo que no.-No está envenenado -dijo el viejo, pero dejó el coñac sobre la mesa-. Siéntate. Siéntate enel suelo. Hablaremos.-¿De qué? -Ella se sentó. Case sintió que las cuchillas se movían, apenas, bajo las uñas.-De lo que se nos ocurra. Lo que se me ocurra. Es mi fiesta. Los núcleos me despertaron.Hace veinte horas. Algo estaba sucediendo, dijeron, y me necesitaban. ¿Eras tú ese algo,Molly? Con seguridad no me necesitaban para que me encargase de ti; no lo creo...Otracosa... Pero estaba soñando, ¿sabes? Durante treinta años. Tú no habías nacido cuando meacosté a dormir por última vez. Nos dijeron que no soñaríamos con el frío. También nosdijeron que nunca sentiríamos frío. Locuras, Molly. Mentiras. Por supuesto que soñé. El fríodejaba entrar lo que estaba afuera, de eso se trataba. Lo de afuera. Durante toda la nocheconstruí esto para escondernos. Al principio no era más que una gota, un granito de nocheque se colaba, atraído por el frío... Otros lo seguían, y me llenaban la cabeza, como la lluviallena una piscina vacía. Recuerdo los lirios. Los estanques eran de terracota, las niñeras decromo, y había brazos y piernas que titilaban al atardecer cruzando los jardines... Soy muyviejo, Molly. Tengo más de doscientos años, si cuentas el frío. El frío. -De pronto, alzó elcañón de la pistola, atento. Los tendones de los muslos de Molly estaban rígidos comoalambres.115
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