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Neuromante

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-Perra -dijo al fondo rosado que cubría a Shiga. Allá, en Ninsei, los hologramas sedesvanecían como fantasmas, y la mayoría de los neones estaban ya fríos y muertos. Tomó asorbos el café cargado de una tacita plástica que había comprado a un vendedor callejero, ycontempló la salida del sol-. Vuela de aquí, cariño. Las ciudades como ésta son para gente aquienes les gusta el camino de descenso. -Pero no era eso, de verdad; y encontraba cada vezmás difícil recordar lo que significaba la palabra traición. Ella sólo quería un billete deregreso a casa, y el RAM del Hitachi se lo compraría, si él lograba encontrar el contactoadecuado. Y el asunto aquel de los cincuenta; ella casi los había rechazado, sabiendo queestaba a punto de robarle el resto.Cuando salió del ascensor, el mismo chico estaba en el escritorio. Con otro libro de texto. -Buen chico -dijo Case en voz alta desde el otro extremo del césped plástico-, no tienes quedecírmelo. Ya lo sé. Dama bonita vino a visitarme; dijo que tenía mi llave. Bonita propinapara ti, ¿cincuenta nuevos, tal vez?El muchacho dejó el libro.-Mujer -dijo Case, y con el dedo pulgar se trazó una línea en la frente-. Seda. -Sonrióampliamente. El chico respondió con otra sonrisa y asintió inclinando la cabeza.- Gracias,imbécil -dijo Case.Ya en la pasarela, tuvo dificultades con la cerradura. Ella la estropeó de algún modocuando la estuvo hurgando, pensó. Novata. Él conocía un sitio donde alquilaban una cajanegra que abría cualquier cosa en Hotel Barato. Los fluorescentes se encendieron cuandoentró a gatas.-Cierra esa compuerta bien despacio, amigo. ¿Todavía tienes el especial de sábado a lanoche que alquilaste al camarero?Estaba sentada de espaldas a la pared, en el otro extremo del nicho. Tenía las rodillaslevantadas, y apoyaba en ellas las muñecas; de sus manos emergía la punta de una pistola dedardos.-¿Eres tú la de la galería? -Case bajó la compuerta de un tirón.- ¿Dónde está Linda?-Dale al botón de la compuerta.Lo hizo.-¿Ésa es tu chica? ¿Linda?Él asintió.-Se ha ido. Se llevó tu Hitachi. Es una niña nerviosa de verdad. ¿Qué me dices de lapistola? -Ella usaba gafas especulares y ropa negra; los tacones de las botas negras se hundíanen el acolchado plástico.-Se la devolví a Shin, recuperé mi depósito. Le vendí sus balas por la mitad de lo que mecostaron. ¿Quieres el dinero?-No.-¿Quieres hielo seco? Es todo lo que tengo en este momento.-¿Qué te pasó esta noche? ¿Por qué armaste esa escena en la galería? Tuve que liarme conun policía privado que se me echó encima con nunchakús.-Linda dijo que me ibas a matar.-¿Linda? Nunca la había visto antes.-¿No estás con Wage?Ella sacudió la cabeza. Él advirtió que las gafas estaban quirúrgicamente implantadas,sellando las cuencas. Las lentes plateadas parecían surgir de una piel lisa y pálida por encimade los pómulos, enmarcadas por cabellos negros y desgreñados. Los dedos, cerrados en tomo18

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