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Neuromante

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-Tienen su propio equipo criogénico. Incluso bajo la ley orbital uno está legalmente muertomientras dure la congelación. Parece que se turnan, aunque hace unos treinta años que no sesabe nada del fundador. En cuanto a su esposa, murió en un accidente de laboratorio...-Bueno, ¿y qué pasó con tu traficante?-Nada. -El finlandés frunció el ceño.- Abandonó. Echamos un vistazo a la increíble marañade apoderados que tienen los de T-A, y eso fue todo. Jimmy tuvo que haber entrado enStraylight; robó la cabeza, y la Tessier-Ashpool envió al ninja tras él. Smith decidióolvidarlo todo. Quizás fue listo. -Miró a Molly.- La Villa Straylight. La punta del huso.Estrictamente privada.-¿Crees que son los dueños del ninja, finlandés? -preguntó Molly.-Así lo creía Smith.-Claro -dijo ella-. ¿Y qué le habrá pasado al ninjita?-Tal vez lo guardaron en hielo. Descongelar antes de usarlo.-Bien -dijo Case-, sabemos que Armitage recibe la mercancía de una IA llamadaWintermute. ¿Qué ganamos con eso?-Nada, todavía -dijo Molly-. Pero ahora tienes un trabajito. -Sacó del bolsillo una hoja depapel doblada y se la dio. Case la desplegó. Coordenadas de reticulado y códigos de entrada.-¿De quién se trata?-De Armitage. Una base de datos. Se la compré a los Modernos. Un negocio aparte.¿Dónde está?-En Londres -dijo Case.-Métete. -Se echó a reír.- Gánate el pan, para variar.Case estaba esperando un trans-EMBA local en el concurrido andén. Hacía horas queMolly había regresado a la buhardilla; llevaba la estructura del Flatline en el bolso verde, ydesde entonces Case había estado bebiendo sin interrupción.Trastornaba pensar en el Flatline como una estructura: una cassette de circuitos ROM quereproducía las habilidades, obsesiones y reflejos de un muerto... El trans-EMBA llegó con unestruendo sobre la negra cinta de inducción, y un polvo de hollín se filtró por las grietas deltecho del túnel. Arrastrando los pasos, Case fue hasta la puerta más cercana, y ya a bordo deltren, observó a los demás pasajeros. Dos miembros de la Iglesia de la Ciencia Cristiana, deaspecto predatorio, se acercaban a un trío de jóvenes técnicas administrativas que llevaban enlas muñecas unas idealizadas vaginas holográficas; un color rosado húmedo que brillaba bajola cruda iluminación. Las técnicas se mordían nerviosas los labios y observaban a los de laCiencia Cristiana con ojos metálicos y entornados. Parecían animales altos y exóticos de lasabana, meciéndose gráciles e inconscientes, siguiendo el vaivén del tren, los tacones altoscomo cascos lustrosos sobre el metal gris del suelo del vagón. Antes de que pudiesen salir enestampida, alejándose de los misioneros, el tren llegó a la estación de Case.Case bajó y vio un cigarro holográfico blanco suspendido junto a la pared de la estación;debajo la palabra FREESIDE pulsaba en retorcidas letras mayúsculas que querían parecercaracteres japoneses. Caminó entre la multitud y se detuvo bajo el holograma, estudiándolo.¿POR QUÉ ESPERAR?, latía el aviso. Un huso blanco y romo, con rebordes eincrustaciones: reticulados radiadores, muelles, cúpulas. Había visto el anuncio, y otrossemejantes, miles de veces. Nunca le había llamado la atención. La consola podía ponerloen contacto con los bancos Freeside tan fácilmente como cuando entraba en Atlanta. Viajarera una cuestión carnal. Pero esta vez advirtió el pequeño signo, del tamaño de una moneda,en la esquina inferior izquierda de la trama luminosa del aviso: T-A.50

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