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CAPÍTULO VIII
TESORERÍA DE LA SEACV
José Antonio González Fajardo
Resulta extraordinariamente difícil escribir
sobre la tesorería de la SEACV, cuando la
documentación escrita en el transcurso de
estos 50 años es más bien pobre. Sólo disponemos
de un viejo libro de cuentas y las notas
que tuvo a bien tomar el secretario de turno
durante la asamblea anual. Muchas veces, ni
eso. Las cuentas y los números han sido algo
que casi nunca interesó en las «disputas palaciegas»
que, invariablemente, hubo a lo largo
de la historia. Siempre fue tedioso oír de
cifras, y los tesoreros, sabedores de ello, prácticamente
concluían con un sucinto saldo final
después de desgranar brevemente los ingresos
y gastos de cada ejercicio. Esto fue así
durante décadas, pues todos los asociados sabían
que el balance económico final no afectaría
nunca al bolsillo propio. Fueron años en los
que la SEACV sobrevivió gracias al apoyo y
soporte de la industria, rindiéndose a la comodidad
y complicidad que suponía dejar en
manos ajenas casi todas las tareas económicoadministrativas
de la Sociedad.
Si repasamos ese viejo libro de cuentas y las
actas de la asamblea anual, la historia de la
tesorería presenta aspectos curiosos, como los
relativos a las cuotas, las becas y premios, el
papel de los socios protectores, el apoyo ins-
titucional internacional o el soporte financiero
de la revista Angiología. Sin embargo, desde
un punto de vista económico, existen
tres momentos claves para la Sociedad: el de
su constitución en 1959, el de la creación de
la Fundación en 1996 y, finalmente, el de la
modernización y creación de una secretaría
técnica de congresos nacionales en 2009.
PRIMER LIBRO DE CUENTAS
Aunque la Sociedad Española de Angiología
se constituyó el día 4 de junio de 1959, no fue
hasta el 20 de junio de ese año cuando se abrió
el primer libro de cuentas de la Sociedad, el
cual quedó registrado en el Gobierno Civil de
Barcelona el día 28 de julio de 1959 como
Libro de Caja y con el número 19.317. El libro
se inicia el mismo día del registro con el pago
de 200 pesetas, como cuota de entrada de
Alberto Martorell Otzet y Eliseo Guallar
Brunos. Ambos son, por lo tanto, los dos primeros
socios de esa nueva sociedad científica
constituida. Posteriormente, en el transcurso
de los meses de verano y otoño, se incorporaron
nuevos afiliados, de manera que el primer
balance a finales de 1959 fue de 13.200 pesetas
y 66 socios (fig. 1).
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