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Villavicencio de la costa: “no es por demás repetir en esta ocasión, que las antiguas<br />
geografías y cartas andan en esta región completamente erradas y que las cordilleras de<br />
las Cruces, de Balzar, de Palenque, el Nudo de Sandomo, etc. (véase el mapa de<br />
Villavicencio) no existen” (Wolf, 1975: 46). En este punto, Wolf, hace una referencia al<br />
problema de los informantes y a la interpretación de su lenguaje. Así, afirma que<br />
“probablemente han comprendido mal a los que daban los informes, tomando las<br />
montañas en el sentido de cerros, cuando no significan más que monte o selvas”. Y<br />
concluye que “cerros altos o cordilleras no existen en toda esta región” en la que ha<br />
“penetrado desde el lado sur y el lado norte hasta cerca de la línea de vertientes, y en la<br />
trocha que se abrió sobre ella desde Chone hasta Santo Domingo, tampoco se ha<br />
encontrado con alturas notables”. Termina reafirmando su argumento “pero la mejor<br />
prueba de lo que digo, es el h<strong>ec</strong>ho que todos los riachuelos de la región son navegables<br />
en pequeñas canoas hasta cerca de su origen, lo que no sucede en las cordilleras” 196<br />
(Wolf, 1975: 180-181).<br />
Otras críticas al trabajo de Villavicencio tienen que ver con varias afirmaciones<br />
incorr<strong>ec</strong>tas sobre montañas (El Sara-urcu 197 , el Ilaló 198 , el Guagualzhuma 199 y el<br />
los Andes. (…) Por la sencilla razón de no existir las Cordilleras de Yapurá y de Putumayo, jamás podrán<br />
ser el límite entre las dos Repúblicas (Ecuador y Colombia)” (Wolf, 1975: 244-245).<br />
196<br />
A lo largo de su Geografía, Wolf hace varias puntualizaciones sobre las características particulares del<br />
lenguaje local de los <strong>ec</strong>uatorianos. Es el caso, por ejemplo de su descripción del clima del páramo: “El<br />
carácter fundamental del páramo consiste en la rigidez e inconstancia del clima, esp<strong>ec</strong>ialmente en la<br />
alternativa brusca y fuerte de los extremos. Aunque la palabra “páramo” tiene un significado topográfico,<br />
el pueblo también la toma en sentido metafórico para expresar el estado meteorológico muy singular, que<br />
caracteriza aquella zona alta. Si el serrano dice “el tiempo está parameando” debemos imaginarnos un<br />
tiempo que corresponde más o menos al Abril de la Europa central, pero de la peor clase, cuando en cortos<br />
intervalos y bajo la vislumbre de momentáneos rayos solares la lluvia, la nieve o el granizo se pr<strong>ec</strong>ipitan<br />
agitados por un viento furioso. En particular se entiende con la palabra “paramear” una formación<br />
esp<strong>ec</strong>ífica de la niebla” (Wolf, 1975:447). De igual forma, Wolf explica con mucho detalle las palabras<br />
que se utilizan en la costa para describir los ríos: “de la palabra estero el costeño hace un uso o mejor<br />
dicho abuso muy extenso. Deriva del latín aestuarium, y según el diccionario español significa<br />
propiamente un brazo de la mar o de un río en que se verifica diariamente el juego del flujo y del reflujo<br />
de la marea. Sin embargo, en todo el litoral se designa con ella también cualquier río no demasiado<br />
grande, aunque se halle lejos del mar, fuera del alcance de la marea, y en las montañas interiores. Para el<br />
buen montubio son ríos sólo los del primer rango y sus tributarios grandes, todos los demás no son ríos,<br />
Señor, sino esteritos nomás como dirá sonriéndose de nuestra ignorancia” (Wolf, 1975: 156).<br />
197<br />
“Hace 20 años que queda comprobado por los geólogos competentes señores Reiss y Stübel, que el<br />
Sara-Urcu (detrás del Cayambe hacia el Oriente) no es un volcán; yo lo repetí en varios escritos, sin<br />
embargo figura todavía en las geografías más modernas del país (Cat<strong>ec</strong>ismo de Geografía por J. L. Mera<br />
1884 – Geografía del Ecuador por los Hermanos Cristianos, 1888) entre los volcanes, porque así se halla<br />
en Villavicencio” (Wolf, 1975: 123).<br />
198<br />
“En todos los alrededores del Ilaló brotan fuentes termales poco mineralizadas comúnmente algo<br />
ferruginosas, lo que talvez s<strong>edu</strong>jo a Villavicencio a la creencia y aserción extraña; de que la montaña es<br />
toda un mineral de fierro¡” (Wolf, 1975: 126).<br />
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