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Nadie tendría la locura de afirmarlo. Sin embargo, esta es<br />
la verdad, porque si el Perú quiere quitar al Ecuador la<br />
orilla izquierda del Amazonas, y el Ecuador al Perú la<br />
der<strong>ec</strong>ha, quieren pelear por un terreno sumamente limoso,<br />
como acabamos de ver, que si bien contiene verdaderas<br />
riquezas, como goma elástica, marfil vegetal, zarzaparrilla,<br />
cacao, etc., de ninguna manera sirve para la agricultura, ni<br />
para fundar grandes poblaciones (Vacas Galindo, 1895:<br />
309).<br />
Paradójicamente, y a pesar de la importancia de la Amazonía en el proceso de<br />
construcción nacional, el territorio oriental no ha dejado nunca de ser temido,<br />
esp<strong>ec</strong>ialmente por la feracidad de su clima, razón por la cual muy pocos extranjeros se<br />
asentaron ahí sin tener un motivo de fuerza mayor para hacerlo. De h<strong>ec</strong>ho, Vacas<br />
Galindo habla de un viajero francés que intentó trabajar en el Oriente y finalmente,<br />
agotado, escribe un día a su madre diciendo que “el oro del mundo no basta para pagar<br />
el trabajo de andar por tales caminos” (Vacas Galindo, 1895: 27). “Sólo el reino de<br />
Dios, a donde no se va por camino de flores, mer<strong>ec</strong>e tales sacrificios!” – afirma<br />
enseguida Vacas Galindo. En el siguiente párrafo encontramos la descripción de las<br />
dificultades con las que se encuentra todo aquel que quiera entrar al Oriente:<br />
El Oriente es la región de las aguas y por todas partes se las encuentra de<br />
sobra; es uno de los elementos más n<strong>ec</strong>esarios indudablemente, pero<br />
también uno de los que más atormentan al pasajero: mil arroyos corren<br />
bulliciosos por diferentes puntos; las peñas, las alturas, los árboles<br />
chorrean agua; el suelo y hojarasca la dejan correr en abundancia; y por<br />
doquiera hay lodo, tembladeras, ciénegas, charcos y torrentes; se salta los<br />
arroyos, se esguaza los ríos, se hunde en el cieno, se moja hasta el p<strong>ec</strong>ho,<br />
se ensucia hasta la cabeza; y apenas se ha caminado media cuadra, se<br />
repite la triste escena no diez ni veinte v<strong>ec</strong>es al día sino a cada diez<br />
minutos, casi a cada momento; acaba de salir de un atolladero y principia a<br />
caer en otro! (Vacas Galindo, 1895: 24).<br />
Y, en ef<strong>ec</strong>to, solo los misioneros y los caucheros, cada uno en su manera, encontraron<br />
esos motivos de fuerza mayor que les permitieron manejar todas las adversidades del<br />
Oriente; todo el resto de la población nunca los tuvo. De ahí que los varios esfuerzos<br />
que se hicieron por colonizar estas regiones dependían más de un sentido del deber que<br />
del deseo (Smith, 1946: 254). Como mencionamos al inicio de este capítulo, Vacas<br />
Galindo es muy crítico sobre “la inmigración comercial al Amazonas <strong>ec</strong>uatoriano<br />
peruano” que a finales del siglo XVIII, la calcula en “unas quince mil personas blancas”<br />
(Vacas Galindo, 1895: 318). La principal denuncia que hace de los “comerciantes del<br />
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