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<strong>ec</strong>uatoriano” es considerada rápidamente como un absurdo. El ideal de progreso y<br />
civilización que se encuentra implícito en el concepto del sistema de naciones no<br />
armoniza en lo absoluto con la naturaleza indómita y antisocial del habitante de las<br />
selvas. ¿Pero si el sentido literal de esta expresión es imposible de concebir, cuál sería<br />
su l<strong>ec</strong>tura metafórica? Dentro del proy<strong>ec</strong>to nacional, el salvaje es concebido siempre en<br />
relación con el territorio que ocupa; ya sea como defensor de este territorio contra las<br />
pretensiones peruanas, como garantía para su colonización o como geógrafo y<br />
conocedor de su topografía. En todos los casos, el salvaje contribuye a la incorporación<br />
del territorio oriental al proy<strong>ec</strong>to nacional, lo cual de cierta forma justifica su debatida<br />
“<strong>ec</strong>uatorianidad”. Pero la concesión de la nacionalidad depende siempre de un obligado<br />
desplazamiento de su condición anterior para incorporarse dentro de la nueva lógica de<br />
la nación. Este desplazamiento forzado deja al salvaje en una condición de exilio. De<br />
esta forma, el sentido metafórico de este oxímoron r<strong>ec</strong>ae en la idea del exilio como<br />
fuente del nacionalismo (Anderson, 1994: 315-319) a partir de una interesante mutación<br />
de la naturaleza del salvaje para convertirse en el único elemento útil para la conquista<br />
de un territorio indómito. Así, por ejemplo, la defensa del territorio <strong>ec</strong>uatoriano en<br />
contra de las intenciones peruanas (descrita por Manuel Villavicencio) de alguna<br />
manera par<strong>ec</strong>e alejar al salvaje de su estado primitivo y acercarlo a un escenario más<br />
conocido y deseado. Este movimiento que se desencadena a partir del exilio sería un<br />
momento de nacionalización que permite crear la imagen del salvaje <strong>ec</strong>uatoriano de<br />
manera figurativa para más tarde ser realizada cultural y políticamente. Aquí podemos<br />
ver los orígenes del concepto del nativo que en primera instancia es r<strong>ec</strong>hazado y<br />
excluido por su inconcebible salvajismo; pero cuya figura perdura por ser el dueño de<br />
un territorio que es una de las piezas fundamentales del proy<strong>ec</strong>to político.<br />
Paradójicamente, la deseada “pureza” del nacionalismo nace de esta inconforme<br />
hibridez. Las entradas y salidas de personajes como Villavicencio, Osculati, Jameson,<br />
Proaño y Vacas Galindo de la profundidad de las selvas y la posterior descripción de la<br />
dinámicas sociales que encuentran en estas regiones es lo que provoca que en la<br />
imaginación nacional se vaya construyendo la inestable <strong>ec</strong>uatorianidad de estas<br />
poblaciones olvidadas. Estos movimientos de ida y vuelta crean mundos imaginados,<br />
inestables y misteriosos vinculados con un territorio y una población en exilio. De<br />
repente, apar<strong>ec</strong>e la figura de unos “<strong>ec</strong>uatorianos – no tan <strong>ec</strong>uatorianos” como una<br />
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