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colonia. Como vimos en la s<strong>ec</strong>ción anterior, Balbi resalta una nueva posibilidad de ver,<br />
y por ende conocer (Reybaud, 1839), espacios que antes estaban ocultos. Villavicencio 55<br />
coincide con Balbi y afirma que “la metrópoli, durante su larga dominación, no solo<br />
impidió la propagación de algunos conocimientos que podían poner en peligro su<br />
autoridad, sino también se mantuvo indolente i jamás pensó promover las ciencias entre<br />
sus colonos”. En este contexto, “la Independencia abrió la puerta a la civilización” y, a<br />
pesar de la inestabilidad política 56 , Villavicencio considera que “se avanza<br />
notablemente; i el Ecuador independiente, adelanta dejando atrás esa época en que la<br />
férula peninsular nos cubría con un espeso manto de tinieblas” (Villavicencio, 1984:<br />
177 – 179). En este sentido, una forma de entender la nación frente a la ciencia<br />
universal es que, en comparación con la colonia, las nuevas naciones se convierten en<br />
una garantía y una condición de posibilidad de la ciencia universal.<br />
Así, esta apertura de los nuevos Estados independientes a la ciencia permite a<br />
europeos como Jameson 57 y Osculati 58 inventarse como científicos en tierras remotas<br />
55<br />
Villavicencio considera que “si los conocimientos científicos en el Ecuador no han llegado a la altura a<br />
que se encuentran en los países civilizados de Europa, este atraso debe atribuirse al régimen colonial (…) i<br />
al carácter fanático de nuestros conquistadores” (Villavicencio, 1984:178).<br />
56<br />
“Las guerras intestinas que se siguen a toda transición política, los continuos disturbios que ocasiona la<br />
ambición, la poca cultura de algunos gobernantes, i sobre todo la poca prot<strong>ec</strong>ción que el gobierno ha<br />
prestado a esta vida de las naciones, son las causas primordiales de que las ciencias no hayan llegado a la<br />
altura que debía esperarse del vigor, aptitudes i consagración de los <strong>ec</strong>uatorianos” (Villavicencio,<br />
1984:179).<br />
57<br />
A propósito de la publicación de la principal obra de Jameson Synopsis Plantarum Aequatoriensium,<br />
se publica el 17 de Julio de 1869, en el Atheneum de Londres, la siguiente nota: “este pequeño volumen<br />
sin pr<strong>ec</strong>edentes demanda más que un comentario de paso de los cultivadores de la botánica y la<br />
horticultura, ya que trata de una flora de inmensa belleza, variedad e interés, y que desde el trabajo de los<br />
Ilustrados Españoles, Ruiz y Pavón, y de los aun más ilustrados Bonpland y Humboldt, no ha r<strong>ec</strong>ibido un<br />
tratamiento sistemático en las manos de un botánico. El autor, Dr. William Jameson, es profesor de<br />
Botánica en la Universidad de Quito, y ha trabajado por 40 años incesantemente en la flora de su país<br />
adoptado, con una dedicación, inteligencia y energía muy admirables, extendiendo sus exploraciones más<br />
allá de los pantanos húmedos y pestilentes de la costanera hasta los nieves perpetuas del Chimborazo,<br />
Pichincha y Cotopaxi, y, enriqu<strong>ec</strong>iendo los jardines y museos de Europa, y esp<strong>ec</strong>ialmente de Gran<br />
Bretaña, con sus descubrimientos. (…) R<strong>ec</strong>onocemos el esfuerzo del Gobierno <strong>ec</strong>uatoriano en asumir el<br />
costo de publicar esta obra, el primer trabajo botánico impreso en Quito (…) estos pequeños volúmenes<br />
(…) no solo que forman el inicio de un trabajo muy importante, sino que están muy bien h<strong>ec</strong>hos, y darán<br />
al Dr. Jameson un lugar muy distinguido entre los botánicos contemporáneos”.<br />
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