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los distintos autores que han escrito sobre los mismos lugares. Se n<strong>ec</strong>esita la capacidad<br />
para discernir lo verdadero de lo falso y para r<strong>edu</strong>cir a su justo valor los prejuicios<br />
r<strong>ec</strong>ibidos como verdades eternas. Así, podemos ver que en Balbi existe a la vez una idea<br />
de la verdad como algo fijo, pero también una consideración de que el ojo que ve y<br />
describe viene de un contexto que va a determinar el carácter de la información.<br />
Se debe tener el talento, tan raro, de poder conciliar el juicio, muchas v<strong>ec</strong>es<br />
diametralmente opuesto, que dos viajeros han pronunciado sobre una misma nación,<br />
sobre un mismo país, sobre una misma ciudad, tanto en diferentes épocas, como en el<br />
transcurso del mismo año (Balbi, 1844: LXI). Finalmente, hay que conocer las ciencias<br />
auxiliares a la geografía, para admitir, dentro de la multitud de datos tan diversos, solo<br />
los h<strong>ec</strong>hos validados por personas competentes, porque no es suficiente estar en el<br />
terreno para apr<strong>ec</strong>iar la exactitud de ciertos juicios o mediciones, se debe poseer la<br />
ciencia a la cual dichas proposiciones perten<strong>ec</strong>en (Balbi, 1844: LXII).<br />
El viajero<br />
El viajero, en cambio, tiene un rol mucho más bonito; él<br />
crea mientras que el geógrafo resume; él reflexiona sobre<br />
lo que mira y le entrega su sello a lo que observa. El uno<br />
opera sobre la naturaleza viva, el otro sobre la naturaleza<br />
muerta (Reybaud, 1839).<br />
Balbi r<strong>ec</strong>onoce el indispensable rol que cumplen los viajeros para poder r<strong>ec</strong>opilar todos<br />
los datos n<strong>ec</strong>esarios que le permitan tener una comprensión de la geografía del mundo.<br />
En ef<strong>ec</strong>to, sin la figura del viajero en tanto testigo e informante de los h<strong>ec</strong>hos, el trabajo<br />
de compilación de Balbi sería imposible; su análisis depende de esta enorme fuente de<br />
conocimiento en bruto que le llega de distintos lugares y de distintos tiempos. Bajo el<br />
concepto de “viajero”, queremos r<strong>ec</strong>oger al importante grupo de europeos que viajan a<br />
todas partes del mundo ya sea en busca de tesoros, de aventuras, de raras esp<strong>ec</strong>ies de<br />
plantas y animales, de nuevos productos, etc (Muratorio, 1987: 20); y de los cuales<br />
Humbolt representa la figura por excelencia: el viajero enciclopédico 49 (Reybaud,<br />
1839).<br />
49<br />
Es evidente la enorme admiración que provocan estos viajeros en el espíritu de Balbi quien los elogia<br />
en su texto con una fuerte adjetivación. Es el caso de los “intrépidos escandinavos” que identificaron en el<br />
siglo IX las riquezas de América y del “inmortal Colón”, quien “ayudado por una hipótesis ingeniosa,<br />
defendido por un azar prov<strong>ec</strong>hoso y sostenido por una intrepidez heroica, realizó este importante<br />
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