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ajo la forma de una obra que Vacas Galindo publica en 1895, a los treinta años de edad<br />

y después de cinco años de perip<strong>ec</strong>ias en la Amazonía. Nankijukima 224 se titula esta<br />

novela de aventuras y autobiografía en la que el autor retrata “en diez capítulos (…) a<br />

largos rasgos, varias noticias sobre la raza jíbara” (Vacas Galindo, 1895: iv). Vacas<br />

Galindo relata el contraste entre la barbarie y la profunda humanidad de estas “cunas<br />

salvajes y numerosas much<strong>edu</strong>mbres a orillas del Santiago, allende el Morona, entre las<br />

hermosas palmeras del Pastaza”:<br />

Allí se mueven y se multiplican jívaros feroces y záparos indolentes, con<br />

los cuerpos pintarrajados, las orejas colgadas en fracciones y los labios<br />

perforados, que vagan como nómadas por aquellas soledades, a imitación<br />

de las fieras, o fijan su manción de hel<strong>ec</strong>hos, guayacán y palmas, entre los<br />

bosques o a las márgenes de ríos, alumbrados por los pálidos rayos de la<br />

luna. Allí están esas naciones en perpetua lucha, viviendo en medio del<br />

peligro, nunca desapercibidas para la defensa, listas siempre para el<br />

combate; naciones rebajadas al nivel de los más viles animales, sometidas<br />

a las pasiones más indómitas y brutales, bajo el yugo de la ignorancia y del<br />

p<strong>ec</strong>ado; todas igualmente feroces, crueles y degradadas. En ese paraíso<br />

custodiado de fieras, el hombre es la fiera más peligrosa y sanguinaria!<br />

(Vacas Galindo, 1895: 10).<br />

A lo largo de la narración encontramos la constante mirada del fraile que espera la<br />

salvación de estas almas y considera tener un rol activo en este proceso:<br />

Y, sin embargo, todos esos hombres son redimidos con la sangre pr<strong>ec</strong>iosa<br />

de Jesucristo, Nuestro Señor; son nuestros hermanos y tienen como<br />

224<br />

Sobre el contexto de publicación de su obra, Vacas Galindo señala: “Cuando después de un largo<br />

viaje, casi por todas las Repúblicas sudamericanas, llegué, en 1893, a la hermosa república de Chile, fui<br />

r<strong>ec</strong>ibido con fraternal af<strong>ec</strong>to por mis hermanos de hábito, en el convento de Santiago; ahí se dignaron<br />

darme parte en la tarea laboriosa de la redacción del primer periódico religioso chileno El Mensajero del<br />

Rosario” (Vacas Galindo, 1895: iv). Pero, “deseoso de romper el círculo rutinario de la mayor parte de<br />

los periodistas del mundo (de reproducir pensamientos de antaño), quise producir algo original y raro con<br />

mi Nankijukima. En Chile, pues, principié a escribir y dar a luz lo que había concebido en medio de mis<br />

penosas aventuras por el Amazonas, al conocer al gran capitán salvaje y conocer su trágico fin. Al volver a<br />

mi patria, el año pasado, 1894, también habría ansiado volver a la Región Oriental y, en el teatro mismo de<br />

la vida de Nankijukima, trazar la última pincelada a la historia del más perf<strong>ec</strong>to tipo de los capitanes<br />

jívaros; pero todavía no me ha sido dado realizar mis deseos” (Vacas Galindo, 1895: v). “Mis superiores<br />

han tenido a bien confiarme la dir<strong>ec</strong>ción del convento de Ambato, convento propio de los misioneros de<br />

Canelos y Macas; y este cargo, al mismo tiempo que me ha obligado a publicar la Historia incompleta,<br />

como la presento, me ha impedido continuar y terminarla” (Vacas Galindo, 1895: v). “La brevedad del<br />

trabajo y la urgente n<strong>ec</strong>esidad de proporcionarme r<strong>ec</strong>ursos para continuarlo (reparación de la iglesia del<br />

convento de Ambato) me han puesto en la imposibilidad de concluir Nankijukima. Más la misma<br />

n<strong>ec</strong>esidad de atender a la iglesia me obliga ahora a dar a la prensa la obra enteramente incompleta, como la<br />

publico. De suerte que los fondos por ella erogados servirán para concluir la iglesia de Santo Domingo de<br />

Ambato, iglesia del convento, cuyos hijos son los misioneros de Macas y Canelos” (Vacas Galindo,<br />

1895: vi).<br />

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