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más minuciosa y tomando toda clase de datos” por lo que tienen la certeza de que “se<br />

halla aquí investido de una comisión s<strong>ec</strong>reta de su Gobierno” (Vacas Galindo, 1895:<br />

240). Al resp<strong>ec</strong>to, Vacas Galindo se expresa con un tono de sarcasmo:<br />

En todo Yurimaguas cundió como un relámpago la noticia de mi prisión y<br />

de boca en boca se la esparcía ponderando el peligro en que se había<br />

puesto el Perú, si la perspicacia y solicitud de las autoridades no hubiesen<br />

sorprendido in fraganti al terrible espía que iba a hacer bambalear la<br />

integridad nacional (Vacas Galindo, 1895: 242).<br />

Luego de varios días de prisión en Yurimaguas, Vacas Galindo resuelve planear su<br />

fuga. Pero a pesar de esta firme resolución de fugarse, trató de apelar al der<strong>ec</strong>ho<br />

internacional para quejarse ante el Encargado de Negocios del Ecuador en Lima “sobre<br />

el vejamen que sufría la República” en su persona y “las tropelías de que (era) víctima<br />

en Yurimaguas”: “pr<strong>ec</strong>iso era que mi Gobierno supiera lo que pasaba con un hijo del<br />

Ecuador” (Vacas Galindo, 1895: 260). Pero en pie de página, Vacas Galindo cuenta,<br />

con enorme desilusión y tristeza, que “el Gobierno del Ecuador lo supo todo y nada<br />

hizo”. Y luego se pregunta con tono irónico: “¿cómo se iba a acordar de un pobre<br />

ciudadano?” si “tenía el Gobierno que preocuparse en asuntos personales de grande<br />

trascendencia”. Sin embargo, concluye: “ni lo siento que el Gobierno no haya h<strong>ec</strong>ho<br />

nada, ni lo r<strong>ec</strong>lamo, ni lo n<strong>ec</strong>esito; mi gloria está en haber señalado con el dedo lo<br />

injusto, lo ilegal, lo estúpido, lo absurdo de sus contratos en la cuestión de límites”. En<br />

este punto, Vacas Galindo se distingue de todos los otros <strong>ec</strong>uatorianos, esp<strong>ec</strong>ialmente de<br />

los diplomáticos, y sostiene que nadie le puede disputar “el conocimiento práctico<br />

territorial, el topográfico, el civil y político” y el histórico que es fruto de todos sus<br />

viajes y perip<strong>ec</strong>ias. Por último, se burla de los “prohombres” <strong>ec</strong>uatorianos que “tratan<br />

de límites” y que son envueltos “como niños” por “los sofistas plenipotenciarios<br />

peruanos”. De esta forma, al suponer “lo que no deben suponer”, admitir “lo que no<br />

deben admitir”, y confiar en “los imperf<strong>ec</strong>tos y mentirosos mapas que tienen a la<br />

mano”, se tragan “inocentemente (…) la bola que dejan correr los otros”. “No puedo<br />

menos que mirarlos con lástima – concluye Vacas Galindo - y compad<strong>ec</strong>er a la pobre<br />

República que tan mal sabe guardar sus intereses más sagrados” (Vacas Galindo, 1895:<br />

260).<br />

Los peruanos acusáronme de espía; no lo era por cierto. Sin embargo salió<br />

una gran realidad de ser no solo espía sino inexorable fiscal del estupendo<br />

hurto de aquello que todo <strong>ec</strong>uatoriano debe amar con delirio: la integridad<br />

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