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establ<strong>ec</strong>er una distancia con la ciencia europea para crear un sentido de “ciencia<br />

nacional”. Dentro de este afán, la figura de Maldonado es elogiada como un punto de<br />

partida de altísimo mérito para las ciencias geográficas en el Ecuador. Para Terán,<br />

Maldonado inaugura en el siglo XVIII una forma de hacer ciencia que es un orgullo<br />

para la nación. Curiosamente, este elogio de Maldonado que es muy fr<strong>ec</strong>uente en los<br />

autores contemporáneos, no lo encontramos, por ejemplo, en Villavicencio quien, más<br />

bien, trata de construir un campo cosmopolita de conocimiento. Esta diferencia apunta<br />

al h<strong>ec</strong>ho de que en el siglo XIX la interacción entre el nacionalismo y la ciencia fue una<br />

discusión en la esfera de lo internacional.<br />

Otro ejemplo que podemos citar para reforzar este argumento es la nostalgia de<br />

Terán (1990) en relación con el nombre “Ecuador”. De h<strong>ec</strong>ho, tal como lo explica el<br />

geógrafo, el país ganó a la vez un nombre y una identidad a través de la Misión<br />

Científica internacional liderada por La Condamine. A pesar de que antes la zona<br />

geográfica se conocía como la Audiencia de Quito, el nombre de “Ecuador” entró en los<br />

circuitos internacionales y, en el momento de la Independencia, formó parte de la<br />

Constitución de la nueva República. Este nombre científico, “global” y de h<strong>ec</strong>ho<br />

europeo fue apropiado en el momento de la Independencia porque permitió a la naciente<br />

República proy<strong>ec</strong>tarse dentro de las esferas internacionales en las que el progreso<br />

científico par<strong>ec</strong>ía ser más significativo que alianzas corporativistas y jerárquicas con<br />

España (en el caso de mantener un nombre derivado de la Audiencia de Quito)<br />

(Radcliffe, 1996: 30). Sin embargo, ya en el siglo XX, la l<strong>ec</strong>tura de esta dinámica es<br />

diferente. Terán (1990) interpreta este h<strong>ec</strong>ho con nostalgia y ya no r<strong>ec</strong>onoce la<br />

importancia de la conexión con la ciencia universal a través del nombre “Ecuador”, sino<br />

que r<strong>ec</strong>haza el h<strong>ec</strong>ho de que el país haya sido bautizado por extranjeros. Existe entonces<br />

una clara ruptura con el discurso de una geografía volcada hacia una esfera<br />

internacional, que caracterizó el siglo XIX y se inaugura una nueva relación entre<br />

ciencia y nacionalismo cuyas repercusiones se deben estudiar con mayor profundidad.<br />

La metáfora del desierto<br />

En los textos geográficos del Ecuador del siglo XIX encontramos una forma particular<br />

de enfrentar la problemática del espacio desconocido que es descrita de varias maneras.<br />

Es el caso de los “mares de verdura” de Villavicencio, las “zonas poco conocidas<br />

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