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un conocimiento instintivo 313 de todas las vueltas, encrucijadas y enredos de esas<br />

desiertas y misteriosas ciudades de troncos y hojas, que se llaman selvas” (Mera, 1985:<br />

137). Así, los indios “jamás se pierden, aunque r<strong>ec</strong>orran (la selva) en medio de las<br />

sombras de la noche” (Mera, 1985: 137). “Entre el espeso follaje de esos jigantescos<br />

árboles – concluye Villavicencio con mucha admiración- pocas v<strong>ec</strong>es se alcanza a ver<br />

los rayos del sol, rara vez se descubre los picachos de la cordillera o la cima de una<br />

colina que pueda servir de norte, i no obstante, el hombre de los bosques nunca pierde la<br />

ruta ni deja de llegar al punto que se propone” (Villavicencio, 1894: 345). Mera, por su<br />

parte, seguramente después de entender la sorpresa de Villavicencio sobre esta facilidad<br />

de orientación de los locales, sugiere que la única explicación es que para caminar en las<br />

selvas los indígenas se guían “por no sé qué brújula mágica” (Mera, 1985: 137).<br />

Andoas, por otro lado, un símbolo de fracaso nacional en relación con la<br />

amenaza del Perú, para Villavicencio 314 ; para Mera toma un rol fundamental 315 . En la<br />

novela este pueblo donde el padre de Carlos hace trabajo misional, tratando de pagar<br />

por sus p<strong>ec</strong>ados, es descrito, en tono de añoranza, como un lugar “bello y pintoresco”,<br />

como un “vergel cultivado por los misioneros en el corazón de las selvas”, como una<br />

313<br />

En este punto es muy evidente la similitud entre las apr<strong>ec</strong>iaciones de Villavicencio y Mera.<br />

Villavicencio dice: “Los salvajes de estas soledades tienen un instinto tan esp<strong>ec</strong>ial para dirigirse de un<br />

punto a otro, que causa sorpresa y admiración” (Villavicencio, 1894: 345).<br />

314<br />

Al referirse a Andoas, Villavicencio (1984: 416-417) dice lo siguiente: “Pequeña poblacioncita de<br />

Záparos perten<strong>ec</strong>iente al Canelos, situada en la orilla del río Pastassa. Desde el año de 1839 se observa en<br />

este puebl<strong>ec</strong>ito el monstruoso fenómeno de tener algunas v<strong>ec</strong>es un párroco misionero bajo la dependencia<br />

del gobierno del Perú. Como debe sorprender a nuestros l<strong>ec</strong>tores ver curatos extranjeros metidos dentro<br />

del territorio <strong>ec</strong>uatoriano, vamos a explayar algo las causas. La inconstancia de los más párrocos i<br />

misioneros del Ecuador, i la poca o ninguna vocación con que van a esos desiertos, les hace residir en<br />

ellos por pequeñas temporadas, dejando a v<strong>ec</strong>es largo tiempo abandonadas sus feligresías. En una de estas<br />

ocasiones un sacerdote emigrado del Perú subió hasta el pueblo de Andoas , donde en ausencia del cura<br />

propietario dijo algunas misas, i meses después empezó a desempeñar las funciones de párroco; poco<br />

tiempo después solicitó del obispo de Mainas que le diera este beneficio, lo obtuvo, i el pueblo de Andoas<br />

pasó a formar parte del Perú. Los curas de Canelos a su regreso hicieron algunas r<strong>ec</strong>lamaciones al nuevo<br />

párroco y entre ellos quedó esta cuestión pendiente. Después ni los nuevos curas ni el gobierno, que lo<br />

ignoraba casi, tomaron medidas para estorbar estas escandalosas usurpaciones. De este modo o<br />

simplemente diciendo “esto es mío” se ha apoderado en estos últimos años el Perú de gran parte del<br />

territorio <strong>ec</strong>uatoriano, avanzando cada día más, mientras nuestras constituciones de contentan con repetir<br />

en todas ellas “Los límites se arreglarán con las naciones v<strong>ec</strong>inas”, sin tomar la pr<strong>ec</strong>aución de hacer<br />

r<strong>ec</strong>lamaciones continuas para hacer valer la justicia y legítima propiedad cuando llegue el caso”.<br />

315<br />

Vacas Galindo menciona tambien varias v<strong>ec</strong>es a la población de Andoas. Sobre su historia dice lo<br />

siguiente: “la historia de Andoas puede r<strong>edu</strong>cirse a dos párrafos: primero que ha sido destruida algunas<br />

v<strong>ec</strong>es, una por los salvajes del Macuma y varias por los comerciantes o Gobernadores del Perú; y segundo<br />

que siempre ha sido r<strong>ec</strong>onstruida por los misioneros <strong>ec</strong>uatorianos. Este solo h<strong>ec</strong>ho bastaría para bogar a<br />

favor de nuestros legítimos der<strong>ec</strong>hos sobre Andoas; pero somos tan desgraciados acerca de límites con<br />

nuestra v<strong>ec</strong>ina del setentrión, que aun en la actualidad tolera impasible nuestro Gobierno un Gobernador y<br />

soldados peruanos en Andoas” (Vacas Galindo, 1895: 210).<br />

210

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