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apar<strong>ec</strong>e en la mayoría de los trabajos sobre los mapas nacionales y es un ángulo<br />
indispensable para vincular el estudio de la geografía con su impacto en la construcción<br />
de la nación.<br />
Así, los distintos niveles de traducción de la información geográfica que hemos<br />
analizado muestran la trascendencia de los procesos de aprobación y consentimiento<br />
que se llevan a cabo una vez que el territorio ha sido invocado a través del trabajo de los<br />
geógrafos. La continua aprobación de una proposición le entrega una autoridad de<br />
“objeto de referencia” y la va separando poco a poco de su autor y de sus condiciones<br />
de producción. Así, la autoridad del paradigma propuesto por cada uno de los geógrafos<br />
se incrementa a medida que se consolida como fuente de conocimiento. Estas<br />
validaciones se repiten miles de v<strong>ec</strong>es; cada vez que un profesor enseña geografía en el<br />
aula de clases y cada vez que se revive el drama de una novela: la información<br />
geográfica migra y se convierte en un potente medio para la creación y transferencia de<br />
autoridad sobre un territorio y la creación de sujetos nacionales territorializados. Dentro<br />
de este contexto, una de las interrogantes que queda abierta para futuras investigaciones<br />
tiene que ver con la cuantificación de este proceso. ¿Qué población del país estaría<br />
expuesta a esta literatura? ¿Cómo circularon estos textos?<br />
Una segunda conclusión apunta al problema de la configuración de la nación, de<br />
su soberanía estatal y de sus límites territoriales dentro de un espacio desconocido,<br />
inexplorado y, por ende, no sometido. En este contexto, la escritura se convierte en una<br />
herramienta que permite “exorcizar” este espacio para estabilizarlo y asignarle un valor<br />
(Montaldo, 1999: 17). Es así que el problema del territorio se articula con la escritura<br />
para intentar construir una nación, jugando de manera muy ambigua entre sus fronteras<br />
políticas y culturales, en un afán por hacer ef<strong>ec</strong>tivo un proy<strong>ec</strong>to de unidad. Será en este<br />
marco que las Geografías, los mapas y sus diferentes niveles de traducción buscan trazar<br />
una cartografía de la patria, dibujando un territorio que “para definirse debe exorcizar<br />
los fantasmas de una frontera cultural difusa y ubicua”. En este proceso, la lucha entre<br />
civilización y barbarie se convertirá en “la marca divisoria, la frontera que separe el ser<br />
y el deber ser de la nación”; una frontera que se extiende tierra adentro sobre el<br />
territorio (Moyano, 2001: 52-53). Profundizaremos este tema en la siguiente s<strong>ec</strong>ción.<br />
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