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existe una exp<strong>ec</strong>tativa muy grande en los migrantes de quienes se espera que traigan<br />

sus herramientas y sus conocimientos con el fin no solo de sanear el terreno, abrir las<br />

vías de comunicación y desarrollar el comercio; sino que también “se espera de ellos<br />

que desempeñen un papel moral, cívico, que ayuden a construir las instituciones<br />

nacionales, la civilización material y a inculcarle al pueblo el amor por el trabajo y el<br />

orden”. De alguna manera, par<strong>ec</strong>e que los migrantes europeos estarían encargados de<br />

<strong>edu</strong>car el país y civilizar las poblaciones aisladas donde el estado no puede llegar<br />

(Martínez, 1998: 3). Siguiendo este modelo, Villavicencio es un ferviente defensor de la<br />

inmigración como instrumento de colonización interior, como m<strong>ec</strong>anismo para ocupar,<br />

valorar y controlar el territorio e incluirlo dentro del proy<strong>ec</strong>to nacional 99 .<br />

Un último punto que nos interesa tratar en relación con la opinión de<br />

Villavicencio sobre el trazado de límites y el manejo del territorio tiene que ver con su<br />

concepto de la “balanza política de las repúblicas sudamericanas”. Después de revisar<br />

todos los argumentos históricos y legales sobre la posesión del territorio oriental,<br />

Villavicencio concluye que la razón más importante por la que “los territorios orientales<br />

le son indispensables al Ecuador (es) porque sin ellos quedaría r<strong>edu</strong>cido su territorio a<br />

casi nada” mientras que el Perú agrandaría su superficie y asumiría una preponderancia<br />

territorial demasiado peligrosa para el equilibrio geopolítico de la región (Villavicencio,<br />

1958: 42). En este punto, Villavicencio ya no habla en calidad de “ciudadano<br />

(<strong>ec</strong>uatoriano) sin pretensiones” como lo hace en s<strong>ec</strong>ciones anteriores, sino que afirma<br />

sentir latir en su “p<strong>ec</strong>ho un corazón verdaderamente americano” (Villavicencio, 1958:<br />

99<br />

En contraste con la posición de Villavicencio, Wolf y Jameson son muy críticos sobre estos proy<strong>ec</strong>tos<br />

de colonización al considerarlos en muchos casos improvisados e inviables. Para Wolf, el<br />

desconocimiento del Oriente ha permitido que el imaginario nacional se sustente en una visión<br />

demasiado homogénea del territorio oriental, lo cual ha distorsionado las posibilidades reales de fomento<br />

y explotación de la Amazonía: “no dudo que una gran parte de esa región sea muy feraz y a propósito<br />

para el cultivo de productos tropicales, pero debemos cuidarnos de no generalizar las observaciones<br />

locales y extender el juicio favorable sobre todo el país sin distinción, como lo hacen algunos<br />

propagandistas del Oriente y de su colonización, más entusiastas que prudentes que fundan sus<br />

suposiciones problemáticas en cálculos muy atrevidos y hasta imposibles, y edifican castillos en el aire”<br />

(Wolf, 1892: 208-209, citado por Esvertit Cobes, 2001: 555). Por su parte, Jameson (1858:345) describe<br />

lo siguiente: “durante esta corta expedición, todo lo que he visto me convence de que el Napo no se puede<br />

convertir, por lo menos en nuestro siglo, en un lugar de importancia bajo ningún asp<strong>ec</strong>to, ya sea<br />

comercial o agrícola. Desde Quito, es prácticamente inaccesible, luego de un largo y acont<strong>ec</strong>ido viaje a<br />

pie pasando rocas y pr<strong>ec</strong>ipicios, sin mencionar los formidables ríos que se debe superar. Por otro lado, el<br />

viaje al Amazonas requiere de 15 días, pero el regreso se hace por lo menos en tres meses, dada la fuerza<br />

de la corriente. Estas consideraciones deben paralizar para siempre las esperanzas de los colonizadores<br />

que se puedan sentir inclinados a establ<strong>ec</strong>erse en sus orillas” (la traducción es mía desde el inglés).<br />

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