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con la guerra civil que se desató en 1894 tras el evento conocido como “la venta de la<br />
bandera”. Como resultado el presidente Cordero renuncia y se proclama en 1895 a Eloy<br />
Alfaro como Jefe Supremo de la República. En este contexto, para referirse al conjunto<br />
de la nación, Martínez, dice: “las quiebras andinas y las llanuras de la Costa retumbaban<br />
con las descargas del combate” (Martínez, 1998: 122). Y es en ese momento en que “la<br />
juventud de la Costa, la de la Sierra, toda levantóse entusiasta y viril para luchar por la<br />
realización de los sueños acariciados durante años” (Martínez, 1895: 123). Al describir<br />
el campo de batalla, Martínez se refiere a los “set<strong>ec</strong>ientos hombres que formaban la<br />
descubierta” quienes “eran nativos de todas las provincias <strong>ec</strong>uatorianas; serranos y<br />
costeños venían reunidos, impulsados por esa fuerza ciega y misteriosa que se llama<br />
revolución”. En<br />
la expresión “todas las provincias <strong>ec</strong>uatorianas” no se incluye la<br />
provincia oriental. Esto denota como el Oriente es visto como un elemento territorial<br />
más no demográfico dentro de la construcción nacional. Es imposible pensar que la<br />
gente de la provincia oriental vaya a luchar por una causa común.<br />
A pesar de las diferencias entre la sierra y la costa, al describir el campo de<br />
batalla, Martínez si logra imaginar un conjunto. Por un lado están “los mozos<br />
interioranos, fuertes rojos, calmados de ánimo” quienes hacen “contraste con el<br />
montubio r<strong>ec</strong>io, nervioso y petulante, que, a pesar del frío para él penoso y<br />
desacostumbrado, encontraba aún en su alegre carácter, alguna andaluzada típica que<br />
hacía reír de buena gana a los atrevidos compañeros” (Martínez, 1998: 134). Y termina<br />
su descripción de la batalla con una conclusión irónica: “los pobres mártires de una idea<br />
confusa que agonizaban en el campo” (Martínez, 1998: 143). Esta mezcla de caracteres<br />
que forman un todo se muestra con mayor fuerza en la ciudad de Babahoyo:<br />
Ciudad donde el indio melenudo y silencioso de los páramos, se codea con<br />
el montubio de aire desafiador y petulante; donde el chagra sudoroso y de<br />
cara congestionada, envuelto en el grueso e incómodo poncho, hace<br />
contraste con el mulato vestido de cotona y pantalón blanco; donde los<br />
sacos de papas, manchados todavía con la tierra negra del páramo, están<br />
arrimados a los sacos de cacao, marcados con letras negras y r<strong>ec</strong>ientes<br />
(Martínez, 1998: 161).<br />
Otra influencia del trabajo de Teodoro Wolf en la construcción de la novela (2) es la<br />
relación entre la naturaleza y el carácter de las personas. De h<strong>ec</strong>ho, A la Costa abunda<br />
en descripciones de una naturaleza inmensa y abrupta, de enorme poderío y<br />
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