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nosotros igual der<strong>ec</strong>ho a los goces de la vida eterna. ¡Oh, quién pudiera<br />

llevarles la luz del Evangelio y la civilización cristiana! ¡Quién pudiera<br />

volverlos hijos fervientes de la Iglesia y ciudadanos útiles a la sociedad!<br />

(Vacas Galindo, 1895: 10).<br />

Es esta la región y los hombres a donde nos transporta su historia; “allí gozaremos de<br />

sus maravillas y sufriremos sus azotes, más r<strong>ec</strong>ios y dolorosos ciertamente de lo que<br />

puedes imaginar”, nos dice Vacas Galindo, y nos invita, como l<strong>ec</strong>tores, a acompañarlo.<br />

La legitimidad de su relato se basa en el profundo conocimiento que ha adquirida de la<br />

zona: “sígueme y te conduciré; cinco años de experiencia me han dado conocimiento y<br />

habilidad” (Vacas Galindo, 1895: 11).<br />

Nankijukima: el más feroz de los leones de la selva<br />

No son hombres, l<strong>ec</strong>tor, los que te presento, son leones: si<br />

los leones hablasen, encresparían la melena, erizarían el<br />

lomo, sacudirían la hinchada cola, darían coces, moverían<br />

todos los miembros del cuerpo, y sería su palabra rápida y<br />

brillante como relámpago, terrible y atronadora como el<br />

trueno; el tono de voz revelaría la fuerza de su espíritu y lo<br />

formidable de sus proy<strong>ec</strong>tos. Pues esa es la discusión y<br />

oratoria de los jívaros: la voz de Estentor, el cuerpo todo<br />

entra en acción, los pies y las manos se mueven, el p<strong>ec</strong>ho<br />

espacioso se hincha, los ojos arrojan centellas, la frente<br />

brilla como la de un soberano, la cabeza se sacude, la<br />

cabellera se derrama por toda la espalda desnuda; cree el<br />

esp<strong>ec</strong>tador encontrarse cerca de dos hombres poseídos del<br />

demonio, por la agitación, la vehemencia, la fuerza de<br />

imaginación con que hablan; parécele a v<strong>ec</strong>es asistir a una<br />

disputa acaloradísima en la que cada contrincante<br />

despliega un lujo de elocuencia y erudición que él mismo<br />

no puede contener (Vacas Galindo, 1895: 80-1).<br />

El nombre del héroe que construye Vacas Galindo en jíbaro significa “literalmente<br />

llevar lanza al combate; el sustantivo nanki es lanza, y el verbo jukima llevar”. De<br />

h<strong>ec</strong>ho, “la lanza es el móvil del salvaje; y se confunde en su lengua con la guerra o el<br />

combate mismo. La guerra ha sido casi siempre el estado normal de estos salvajes, y no<br />

hay hombre que a la edad de veinte años, no haya entrado alguna vez en combate”<br />

(Vacas Galindo, 1895: 162). Pero dentro de este mundo de hombres de guerra, “la torre<br />

o fuerte de guerra de Nankijukima fue el más alto que se vio jamás en el Oriente”. Así,<br />

como “famoso capitán” Nankijukima “había celebrado muchas v<strong>ec</strong>es la fiesta de<br />

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