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112 POLÍTICA ECONÓMICA. 3. a EDICIÓN<br />

les que puedan recibir los más pobres como consecuencia de la aplicación de alguna<br />

medida de política económica. La tercera se refería a la distinta importancia de las necesidades<br />

de quienes tienen unos elevados ingresos con respecto a quienes no los tienen;<br />

lo cual plantea, en concreto, interrogantes del tipo: ¿Necesitan las personas hambrientas<br />

mucho más los alimentos que unos medios de distracción, y por el contrario, los individuos<br />

más ricos necesitan entradas de teatro o ocio y tiempo libre? ¿Son estas necesidades<br />

de unos y otros comparables en importancia? La cuarta y última cuestión, que en<br />

definitiva sería la más importante, consistió en tratar de aclarar si realmente mejora el<br />

bienestar de una comunidad cuando se redistribuyen los ingresos entre ricos y pobres,<br />

sin que dicha redistribución tenga efectos negativos en el nivel de renta de la colectividad.<br />

El esquema conceptual de partida de los primeros economistas del bienestar sostiene<br />

que los bienes y los servicios tienen utilidad si contribuyen al bienestar físico de<br />

una persona, a la productividad y a la eficiencia. Afirman, asimismo, que los bienes y<br />

servicios pueden ordenarse jerárquicamente de acuerdo con su condición (materiales y<br />

no-materiales) y con la satisfacción (utilidad) que proporcionan. En la base de esta jerarquía<br />

están los bienes y servicios necesarios para asegurar la salud y la supervivencia<br />

humana, entre los que figuran aquellos que satisfacen las necesidades básicas (alimentación,<br />

vestido, vivienda...). Marshall mantuvo que la satisfacción de dichas «necesidades»<br />

supone un grado de bienestar material que la de los<br />

«lujos» (), es decir, los bienes y servicios que están localizados en el otro extremo<br />

de la jerarquía, el contrario al que ocupan los bienes y servicios que se orientan<br />

a satisfacer las necesidades básicas.<br />

El hecho de concentrarse en la satisfacción de las <br />

sugería la necesidad de utilizar algún tipo de que permitiese medir el bienestar<br />

individual y el colectivo. Dicha norma se definió como «la vara de medir del dinero»<br />

y el supuesto básico era que, dado que la renta de una persona tiene un determinado<br />

valor monetario, cualquier individuo utilizará ante todo dicha renta para adquirir los<br />

bienes y servicios que garanticen un nivel mínimo de bienestar material. Sin embargo,<br />

no cabe aceptar fácilmente que un aumento de su renta pueda llevar necesariamente a<br />

que su bienestar registre un incremento equivalente si dicho aumento de renta se utiliza<br />

para conseguir otros componentes —no tan básicos— de la escala de bienes y servicios.<br />

El profesor Arthur C. Pigou llevó todavía algo más lejos este tipo de argumentos.<br />

Para él, el bienestar económico consiste en «ese conjunto de satisfacciones o insatisfacciones<br />

que pueden ser puestas en relación con la medida del dinero». Puede afirmarse<br />

que tales satisfacciones se miden por el precio en dinero que se ofrece por ellas,<br />

puesto que estos precios miden, a su vez, el deseo y la satisfacción sentida cuando se<br />

obtiene el bien deseado. La hipótesis que subyace en esta <br />

, como han señalado T. W. Hutchison y otros autores, parece equivaler<br />

a la hipótesis de que el individuo es capaz de realizar siempre la previsión correcta<br />

sobre sus necesidades, aunque la posible subestimación (irracional) de las necesidades<br />

futuras surge como una posible excepción muy importante. En todo caso, la<br />

cuestión más relevante que se deriva de los razonamientos descritos es no sólo la de la<br />

en el tiempo, sino si son comparables o no los <br />

que cada individuo obtiene al acceder a unos determinados bienes o<br />

servicios a cambio del empleo de una parte de sus ingresos. Es este un problema siempre<br />

debatido en Economía (Microeconomía), pero que es fundamental también para<br />

poder hablar del grado de satisfacción (y de bienestar) que alcanza una sociedad en su

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