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EL MARCO DE LA POLÍTICA ECONÓMICA: DE LA ECONOMÍA DE MERCADO... 35<br />

número de oferentes) y el funcionamiento eficaz de las mismas (posición de óptimo<br />

económico o en su proximidad); las economías de escala derivan en unos costes de producción<br />

decrecientes a largo plazo, lo que a su vez, dada la limitación de la demanda,<br />

acaba (o puede acabar) provocando la concentración del mercado en un reducido número<br />

de empresas eficaces o incluso en una sola. Las condiciones de producción óptima<br />

exigen que los precios de venta en el mercado deben igualarse a los costes marginales;<br />

pero si lo que se crean son mercados imperfectos con pocos vendedores, éstos<br />

tienen un poder de control sobre los precios que permite sortear la regla óptima del precio<br />

= coste marginal. Aparte de los posibles beneficios de quienes disfruten de la citada<br />

posición, la asignación de recursos no será en modo alguno la óptima y el mercado<br />

—por sí mismo— no dará solución al problema.<br />

<br />

El mercado, se ha dicho, es ciego y no se preocupa de la situación personal de los individuos<br />

ni de los problemas relacionados con el objetivo de tender hacia una mayor igualdad<br />

en la distribución de la riqueza. Ricos y pobres no compiten nunca en términos de<br />

igualdad, incluso bajo unas supuestas condiciones de competencia «perfecta». El mercado<br />

tampoco soluciona la necesidad de que cualquier ser humano, por el hecho de serlo,<br />

tenga cubiertas sus necesidades básicas mínimas. El mercado no proporciona una respuesta<br />

positiva a una situación de debilidad por parte de un individuo o un grupo de individuos.<br />

En definitiva, los mecanismos de mercado tienden espontáneamente a premiar a<br />

los más fuertes y a los que más tienen. La distribución de la renta que normalmente resulta<br />

del libre mercado responde a criterios de , pero no a principios de .<br />

<br />

La experiencia histórica ha demostrado que, contrariamente a lo que sostiene la teoría,<br />

las economías de mercado tienen dificultades para dar solución a los desequilibrios y<br />

para favorecer el máximo crecimiento. La crisis de 1929 supuso el aldabonazo más serio<br />

y dramático en este sentido. El retorno al pleno empleo de los recursos dio claras<br />

muestras de no producirse espontáneamente. La teoría keynesiana aportó una explicación<br />

al hecho de que una economía pudiera estar en equilibrio sin alcanzar, simultáneamente,<br />

el empleo total de los factores disponibles. La principal recomendación de la<br />

citada teoría fue, precisamente, que las autoridades debían intervenir directamente para<br />

que la actividad económica pudiera recuperarse en las fases de recesión y para moderar<br />

su ritmo en los momentos en que la demanda agregada alcanzase niveles excesivos<br />

que generan desequilibrios.<br />

El mercado tampoco garantiza, según se deduce de la experiencia, el logro efectivo<br />

del potencial de crecimiento de una economía. Y cuando en los setenta surgen los problemas<br />

de estancamiento con inflación (veáse Capítulo 7), queda también muy claro<br />

que no puede esperarse que el mercado resuelva con rapidez la raíz de tales problemas.<br />

<br />

Musgrave fue quien propuso la denominación de necesidades preferentes ( )<br />

para designar aquellos bienes que se considera que deben ser suministrados por la autoridad<br />

(a veces, exigidos incluso coactivamente), dada su importancia individual y so-

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