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POLÍTICAS MICROECONÓMICAS I 415<br />

Hemos visto que si la presencia de economías de escala importantes aconseja no<br />

proceder a la fragmentación de un monopolio, el poder público puede fijar el precio<br />

máximo que la empresa puede cobrar por sus productos en ese mercado, pero ¿cómo se<br />

fija ese precio? La solución óptima es fijar el precio por el coste marginal, es decir, establecer<br />

el precio que corresponde al punto de la Figura 15.1, donde se produce el<br />

corte entre y la curva de demanda. Como ya entonces no pueden fijar el precio,<br />

se obliga a las empresas a comportarse como lo harían en un mercado perfectamente<br />

competitivo, ya que pasan a ser precio-aceptantes y se elimina la pérdida social representada<br />

en esa misma figura por el área .<br />

Sin embargo, a ese precio la empresa monopolista puede incurrir en pérdidas o no,<br />

dependiendo de su estructura de costes. Si produce la cantidad correspondiente al punto<br />

, la empresa de la Figura 15.1 tiene una pérdida, ya que el precio fijado es inferior<br />

a su . Si esa situación se mantiene, el monopolista se vería obligado a dejar de producir,<br />

por lo que en este caso la fijación del precio en función del coste marginal no es<br />

una política adecuada. ¿Cuáles son las alternativas? Primero, el Gobierno puede fijar el<br />

precio en función del coste teórico medio de la empresa, es decir, poner el precio correspondiente<br />

al punto donde se cortan y la demanda (punto ). De nuevo se anula<br />

el poder de mercado del monopolista, pero esta vez no se elimina por completo la ineficiencia<br />

asignativa, ya que se produce por debajo del óptimo, y a la vez puede conducir<br />

a una pérdida de eficiencia técnica, ya que, pase lo que pase, la empresa no puede obtener<br />

un beneficio extraordinario, por lo que no tiene ningún incentivo para controlar<br />

sus costes. Además, en la práctica es muy difícil determinar el precio de esta manera.<br />

En la segunda alternativa, el Estado podría fijar el precio en función del y, a la vez,<br />

conceder a la empresa una subvención para cubrir las pérdidas sufridas por este motivo.<br />

Aparte de otras consideraciones de carácter político —como explicar por qué el Estado<br />

está subvencionando a un monopolista—, esta solución restablece la eficiencia<br />

asignativa pero puede producir ineficiencia técnica, como en el caso anterior: ¿por qué<br />

habría de preocuparse de controlar los costes si el Estado va a subvencionar sus pérdidas<br />

sean las que sean? Por último, el Estado puede hacerse con el control de ese monopolio,<br />

de forma que resulte menos chocante la subvención de las pérdidas resultantes<br />

del control de precios. Pero esta opción tiene el mismo problema de eficiencia<br />

técnica que las dos opciones anteriores, debido a la falta de incentivos de la dirección<br />

de la empresa para mantener reducidos sus costes.<br />

15.3<br />

POLÍTICAS MICROECONÓMICAS<br />

PARA LA PROTECCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE<br />

Desde la Revolución industrial, a mediados del siglo XVIII, hasta nuestros días se ha<br />

producido un incremento exponencial de la actividad económica, lo que ha provocado<br />

un aumento paralelo en el uso de los recursos naturales. Además, en los últimos años,<br />

la sociedad se ha ido sintiendo cada vez más preocupada por la preservación del medio<br />

ambiente. Las características de bien público del medio ambiente, consumo no-rival, y<br />

más importante aún, la imposibilidad de exclusión, han provocado que en muchas ocasiones<br />

se supere la capacidad de carga de los ecosistemas. No obstante, no ha sido hasta<br />

la segunda mitad del siglo XX cuando la sociedad y los gobiernos han tomado conciencia<br />

del problema, forzando la adopción de políticas para la protección del medio

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