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OBJETIVOS, INSTRUMENTOS Y POLÍTICAS: UN MARCO CONCEPTUAL BÁSICO 55<br />

como podría ser la modificación del sistema impositivo y los efectos en el ahorro de las<br />

familias, en el gasto y en las decisiones de arriesgar.<br />

Conviene señalar, por último, que en la literatura reciente sobre estos temas, las políticas<br />

microeconómicas se identifican muchas veces con aquellas actuaciones que se<br />

dirigen no tanto a influir en las decisiones de un determinado sujeto (empresa o individuo)<br />

como a un relativamente delimitado de ellos. Así, suelen calificarse<br />

como medidas de todas aquellas que se dirigen a resolver o<br />

coadyuvar a solucionar un problema singular que afecte a un grupo de empresas o de<br />

individuos. Lo cual conduce a identificar como «políticas microeconómicas», por ejemplo,<br />

a las acciones que puedan establecerse para apoyar a una rama de actividad —ya<br />

sea agraria, extractiva, manufacturera o de servicios— que se esté viendo afectada por<br />

un determinado externo o por un problema de carácter coyuntural e incluso estructural.<br />

Un caso equiparable podría ser el de las acciones o medidas que pudieran tomarse<br />

en favor de grupos específicos de ciudadanos en paro, como los mayores de<br />

50 años o los jóvenes sin formación profesional determinada, por ejemplo. Esto significaría<br />

que, junto a una política macroeconómica de crecimiento y empleo, pueden también<br />

practicarse «políticas microeconómicas» de lucha contra el desempleo dirigidas a<br />

grupos específicos de la población. Asimismo, la modificación de unas condiciones<br />

vigentes en una parcela concreta del mercado de trabajo (una rama productiva, una zona<br />

geográfica especialmente problemática) debería considerarse como una acción de política<br />

microeconómica, aunque pueda quedar marcada en una política más amplia (macroeconómica)<br />

a favor del pleno empleo.<br />

3.1.3. Políticas a corto y a largo plazo<br />

El horizonte temporal permite diferenciar, como antes se ha indicado, tres grandes categorías<br />

de políticas: las y .<br />

La línea divisoria entre estas políticas tampoco es absolutamente clara, pero existen<br />

algunos acuerdos convencionalmente aceptados al respecto. En economía, el corto plazo<br />

suele referirse a períodos de tiempo que, como máximo, abarcan los 18 (e incluso a<br />

veces los 24) meses. El medio plazo se ha identificado convencionalmente con períodos<br />

de 4-5 años. Y los análisis, proyecciones y programas a largo plazo se han ligado a<br />

períodos superiores a los 8 años, pudiendo abarcar incluso hasta los 12-15 años, como<br />

suele hacerse a la hora de definir los planes de largo alcance en materia de infraestructuras,<br />

de energía o de ordenación del territorio.<br />

Se trata, con todo, de límites relativamente artificiales que a veces se han visto<br />

alterados en función de las circunstancias. Así, en una etapa histórica de fuertes cambios<br />

y convulsiones como la que la economía mundial vivió en la segunda mitad<br />

de los setenta y primeros ochenta, el corto plazo se reducía sensiblemente (unos meses,<br />

un año como máximo), mientras que las expectativas a cuatro y cinco años se calificaron<br />

entonces como largo plazo en la literatura económica y en los medios de información.<br />

En todo caso, lo que es evidente es que las , o de carácter <br />

, suelen diferenciarse claramente de las que tienen como horizonte el <br />

o . Las primeras toman como referencia unos objetivos en términos de estabilidad<br />

de precios, el logro de una determinada tasa de crecimiento del país, o la re-

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