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EL CRECIMIENTO ECONÓMICO 235<br />

8.4.2. En busca de un crecimiento sostenible<br />

Desde la Revolución industrial, el mundo ha estado abocado al crecimiento económico.<br />

Las mejoras en la sanidad han permitido una explosión demográfica sin precedentes,<br />

pasando la población mundial de 2.500 millones a 6.000 millones de habitantes<br />

en este período, lo cual exige un continuo aumento de la producción de alimentos y<br />

otros bienes en general. En las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las altas<br />

tasas de crecimiento económico posibilitaron la reconstrucción y la elevación de<br />

los niveles de vida de las sociedades más avanzadas. Pero ha sido también esta época la<br />

de mayor consumo de recursos, especialmente de petróleo y otros minerales básicos.<br />

Esto ha hecho que surjan visiones pesimistas sobre las posibilidades del crecimiento<br />

sostenible.<br />

No se trata, sin embargo, de un problema nuevo. En la historia del pensamiento económico,<br />

la opinión de los economistas ha contado con algunas voces discrepantes sobre<br />

las posibilidades de un crecimiento continuo, cuyos planteamientos no traemos aquí<br />

por mera curiosidad intelectual, sino porque en la opinión pública de los países occidentales<br />

está calando, cada vez más, la necesidad de un crecimiento económico compatible<br />

con el medio ambiente, es decir, de un . Los ciudadanos<br />

de los países avanzados exigen a sus gobiernos la creación de empleos y el crecimiento<br />

de sus economías, pero, a la vez, la elevación del bienestar y del nivel educativo ha<br />

ido extendiendo la idea de que la forma de aumentarlo pasa por la reducción de los costes<br />

que un crecimiento sin paliativos había producido en el pasado.<br />

Para la mayoría de los autores clásicos, la economía pasaba por fases expansivas en<br />

las cuales había un incremento de bienestar y por fases recesivas en las que aumentaba<br />

la miseria. Las condiciones en la que se desarrollaba el crecimiento económico eran<br />

—por tanto— un tema de preocupación, pues conocerlas suponía la posibilidad de desterrar<br />

la miseria y caminar hacia una mayor felicidad.<br />

Sin embargo, entre los autores clásicos se extendió también un halo de pesimismo<br />

acerca de las posibilidades de un crecimiento ilimitado. Entre ellos destaca la aportación<br />

del reverendo Thomas Malthus (en su ,<br />

1798) Éste, viajero incansable, llegó a la convicción de que el hambre en el mundo era<br />

el resultado de un desequilibrio entre la población y la capacidad de generar alimentos.<br />

A partir de ahí desarrolló una teoría pesimista sobre las posibilidades de un crecimiento<br />

continuo de la población, dado que la producción de medios de subsistencia<br />

sólo tenía capacidad para crecer en progresión aritmética, mientras que la población lo<br />

hacia —por el contrario— en progresión geométrica. En un mundo con esta dinámica,<br />

Malthus creía que sólo el vicio y la miseria establecían un freno al crecimiento vegetativo,<br />

a menos que el ser humano fuese capaz de establecer conscientemente un<br />

control sobre la natalidad.<br />

No menos conocidas fueron las tesis de otro importante pensador social algo posterior,<br />

John Stuart Mill, acerca del estado estacionario. Para Mill el incremento de la riqueza<br />

debía tener un límite y afirmaba <br />

<br />

<br />

Para Smith la situación de la masa del pueblo, aunque no sea mísera, tenía que ser<br />

apurada en ausencia de crecimiento económico y, por tanto, sólo podía mejorar en un<br />

estado de progreso. Malthus, como hemos visto, no consideraba esta posibilidad, pues

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